viernes, 7 de diciembre de 2012

Política e incompetencia (versión completa)

(Esta es la versión extensa de mi columna publicada en el periódico El Colombiano el 05 de diciembre de 2012, incluye enlaces y el desarrollo de algunas ideas insinuadas en el texto original).


Por Santiago Silva Jaramillo

Nos hemos acostumbrado a pensar que nuestros líderes son hombres que superan la media; inteligentes, cuidadosos, calculadores, incluso eficientemente pícaros en algunos casos. Sin embargo, un examen detenido de la mayoría de las decisiones políticas importantes nos deja entrever a seres humanos de carne y hueso, susceptibles a confundirse, utilizar información incompleta, en esencia, a errar.

Tengo por regla general creer más en la torpeza de la gente que en sus capacidades increíbles de influir las circunstancias. Y suele pasar que las cosas se mueven por la fuerza de la confusión y no de la iluminación de las mentes de las personas.

Así pues, la mayoría de las personas (pero sobre todo nuestros líderes) se ven diariamente a merced de todo lo que pasa a su alrededor y no conocen o no pueden controlar. Un líder no es un inspector de seguridad; es un bombero, le es casi imposible prevenir incendios, su medida se da en tanto es capaz de apagarlos o controlarlos.

En realidad, lo que al final separa a un buen líder de uno malo no es su capacidad extraordinaria de predecir el futuro o influenciar las circunstancias, sino la de asumir sus errores o enfrentar las dificultades que le trae el azar. En efecto, es su carácter, no su inteligencia sobrehumana, lo que lo hace valioso.

Por eso resulta tan desconcertante el desempeño del presidente Juan Manuel Santos en los últimos meses. Pues las dificultades que le han aparecido a su gobierno (algunas por azar, otras predecibles) han sido atendidas de una manera frustrantemente incompetente. Y esto no solo ha sido perjudicial para su gobierno y popularidad, sino que ha tenido consecuencias funestas para el futuro de Colombia.

Es el caso de la pérdida de una porción importante del mar caribe por el reciente fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya. En realidad, la decisión no fue culpa de Santos, sino un acumulado de varios gobiernos anteriores y un funesto error inicial en el 2001, pero el comportamiento del gobierno en las últimas semanas ha planteado serias dudas sobre el carácter del presidente.

Santos parece empecinado en que lo veamos como un líder tibio, demasiado preocupado por lo que dicen las encuestas un día y al siguiente, obsesionado sobre su legado para el futuro. Su inconsistencia se ha convertido en marca personal; pero cuando se abusa de la capacidad para cambiar se peca por blando, no por versátil.

Y eso es nuestro presidente, blando y por eso no asume sus errores y no maneja las crisis; no es un buen líder y es una lástima que sea el nuestro.

jueves, 6 de diciembre de 2012

POLÍTICA E INCOMPETENCIA - El Colombiano

POLÍTICA E INCOMPETENCIA - El Colombiano

Nos hemos acostumbrado a pensar que nuestros líderes son hombres que superan la media; inteligentes, cuidadosos, calculadores, incluso eficientemente sagaces en algunos casos. Sin embargo, un examen detenido de la mayoría de las decisiones políticas importantes nos deja entrever a seres humanos de carne y hueso, susceptibles a confundirse, utilizar información incompleta, en esencia, a errar.

jueves, 29 de noviembre de 2012

La lucha por la calidad (Versión extensa)

(Esta es la versión extensa de mi columna publicada en el periódico El Colombiano el 29 de noviembre de 2012, incluye enlaces y el desarrollo de algunas ideas insinuadas en el texto original).


Por Santiago Silva Jaramillo

En los últimos años, Medellín ha incrementado la cobertura en educación exponencialmente. En efecto, las tasas superan el cien por ciento desde 2008. Este logro no es menor, resulta sorprendente que en una ciudad con tantos desafíos un compromiso con la educación haya llevado a conseguir tan buenos resultados.

La apuesta de las últimas administraciones locales por la educación ha sido muy clara, incluso ha comprometido una gran cantidad de recursos. Según datos del Observatorio de Políticas Públicas del Concejo de Medellín, este año la Secretaría de Educación ejecutó 592.801 millones de pesos, el doble que la Secretaría de Hacienda, el triple que la Secretaría de Salud y diez veces que la Secretaría de Gobierno.

Esto supone la continuación de la apuesta por la educación de las dos administraciones pasadas. De acuerdo con Medellín Cómo Vamos, el 25% del total de recursos ejecutados del Plan de Desarrollo 2008-2011 se destinó a la educación. En términos de cobertura e infraestructura ha representado una revolución, pero en el asunto de la calidad ha estado lleno de decepciones.

Esta semana la Revista Dinero presentó su Ranking de los mejores colegios del país, elaborado en base a los resultados de las pruebas Saber. Dentro de los primeros cien colegios públicos no se encuentra ninguno de la ciudad y mientras la larga lista de más de doce mil instituciones se lee en detalle, el desempeño de Medellín es, en el mejor de los casos, mediocre.

El asunto es que la cobertura requiere recursos, pero la calidad exige buen gobierno. Los resultados de los colegios públicos de la ciudad en las pruebas nacionales del Estado deben ser una llamada de atención para la administración local ¿a dónde irán los 3 billones de pesos presupuestados para este cuatrienio por el actual Plan de Desarrollo para educación?

La incomoda verdad del tema es que la cobertura es pertinente si se mira desde un enfoque de equidad, pero solo la calidad garantiza desarrollo económico, mejora de oportunidades y perspectivas innovadoras y competitivas.

Por supuesto que la cobertura es un primer paso fundamental y ha representado un esfuerzo y compromiso público sin precedentes en la ciudad, pero sin calidad, los resultados obtenidos por semejante inversión seguirán siendo bastante modestos.

Al fin de cuentas, si se cuenta con el dinero (y Medellín lo hace), construir colegios y acondicionarlos es bastante sencillo. Mejorar la calidad de la educación que se imparte en ellos es otro asunto, uno que requiere de intervenciones integrales, de que la Secretaría de Educación y las autoridades de cada colegio se comprometan con calificar los procesos dentro de las instituciones. Y con que los profesores construyan currículos rigurosos y tengan un desempeño que pueda medirse y evaluarse. El compromiso con la excelencia debe ser de todos los involucrados en la gestión de la educación de la ciudad.

LA LUCHA POR LA CALIDAD - El Colombiano


La apuesta de las últimas administraciones locales de Medellín por la educación ha sido muy clara, incluso ha comprometido una gran cantidad de recursos.

Según datos del Observatorio de Políticas Públicas del Concejo de Medellín, este año la Secretaría de Educación ejecutó 592.801 millones de pesos, el doble que la Secretaría de Hacienda, el triple de la Secretaría de Salud y diez veces lo que la Secretaría de Gobierno. 


LA LUCHA POR LA CALIDAD - El Colombiano

domingo, 25 de noviembre de 2012

Mapeando el conflicto

Mapeando el conflicto: el mapa y los gráficos que lo acompañan recogen algunos datos sobre violencia y rentas del conflicto colombiano. A saber: la tasa de homicidios por 100.000 habitantes, las hectarias sembradas de coca y la producción legal de oro.

http://realpolitikmundial.com/2012/11/25/mapa-mapeando-el-conflicto-en-colombia/

jueves, 22 de noviembre de 2012

Lejos del abismo (Versión extensa)

(Esta es la versión extensa de mi columna publicada en el periódico El Colombiano el 22 de noviembre de 2012, incluye enlaces y el desarrollo de algunas ideas insinuadas en el texto original).


Por Santiago Silva Jaramillo

Me resisto a pensar que ocho años de avances puedan ceder completamente con dos años de  algunas torpezas. Y lo hago porque confío en que las cosas que se hicieron en los dos últimos gobiernos se hicieron bien; que los esfuerzos en seguridad, estabilidad macroeconómica y cobertura y calidad de la educación aseguraron pilares sólidos, un sustento para políticas futuras que no pueden ser desarmados por un nuevo mandatario.

Y digo esto porque en los últimos meses se ha convertido en un reto enorme pertenecer al “uribismo moderado”. Es decir, a quienes reconocemos los aportes del ex presidente al país durante su gobierno, pero no dejamos de ser críticos con sus desaciertos pasados y presentes.

En efecto, el uribismo más recalcitrante se ha comprometido con la labor de oposición al gobierno Santos. Lo que resulta valido, incluso rescatable (la oposición política es una de las principales expresiones de una democracia sana). Pero en algunos casos han cometido excesos; han pecado por querer que todo lo malo que ocurre en el país, de alguna manera extraña, sea culpa del presidente.

Los problemas de la seguridad, por ejemplo.

El ejército es el mismo, los soldados y oficiales, la estrategia y el esfuerzo. En realidad, la tendencia de desmejora de la seguridad ya venía de los últimos años del gobierno Uribe, y no por culpa de él (pero tampoco de Santos) sino por la dinámica misma de una guerra que es muy compleja de pelear. Entre otras razones porque nuestro enemigo cambia a cada instante; se acomoda, evoluciona y vuelve al ataque.

Sí, el liderazgo fuerte y cercano sobre la tropa que tenía Uribe hace falta, pero esto ha sido más un cambio de estilo que uno de compromiso.

Otro asunto, más coyuntural, pero no menos importante es el reciente fallo de la Corte Internacional de Justicia, en el que Colombia reafirmó su soberanía sobre los callos del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, pero perdió una porción enorme de territorio marítimo.

Algunos personajes se han dedicado a culpar de esta derrota diplomática al actual gobierno. Pero Santos tenía tanto control sobre esa decisión como de si hace o no erupción un volcán.

La derrota fue de 11 años de proceso, de cuatro gobiernos y tres presidentes. Perdió la nación, no un personaje, y nuestra incapacidad de entender esto nos muestra nuestros desafíos como país. Seguimos empecinados en encontrar nuevas maneras de mantenernos separados; de culpar a un chivo expiatorio sobre las realidades que debemos asumir como nación. Porque reconocer una derrota colectiva es mucho más difícil que buscar a un culpable individual.

Tengo que reconocer que me incomoda sobre manera defender a Santos, pero el oportunismo de algunos me ha llevado a esto. No voté por el presidente, ni siquiera cuando era uribista y no me gusta ahora, que no lo es. Pero existe una distancia muy grande entre la falta de afinidad y el odio; una distancia marcada por la capacidad de ser justo, de dar y reconocer a cada quien lo que se merece.

viernes, 16 de noviembre de 2012

La cuestión ética detrás del caso Interbolsa (Versión extensa)

(Esta es la versión extensa de mi columna publicada en el periódico El Colombiano el 15 de noviembre de 2012, incluye enlaces y el desarrollo de algunas ideas insinuadas en el texto original).


Por Santiago Silva Jaramillo


El caso Interbolsa no puede quedar en la reflexión puramente económica, incluso bajo sus consecuencias jurídicas. También nos debería cuestionar sobre las normas del sistema financiero, la efectividad de los órganos de control, pero sobre todo, de las controversias éticas de las decisiones tomadas por las directivas de la empresa.

La caída de Interbolsa, supone un duro golpe para el sistema financiero de un país en donde ya era difícil involucrar a gran parte de su población en el sector y supone un retroceso enorme para la Bolsa de Valores. Aun peor, la incertidumbre e inevitables pérdidas que implicó para la docena de carteras colectivas bajo su administración, con inversiones de empresas grandes y pequeñas, pero sobre todo, un buen número de personas que con toda seguridad dependían de esos recursos. Sí; no todos los inversionistas pueden asumir esas pérdidas sin pasar hambre, como los directivos irresponsables de Interbolsa.

Existe algo de consenso respecto a los vacíos normativos que aun permanecen en el sistema financiero colombiano, particularmente respecto a los famosos “repos” (operaciones de venta con pacto de recompra). Pero en nuestro país se ha comprobado miles de veces que las leyes no garantizan el orden y que sin el compromiso de las personas o la acción pertinente y efectiva de las autoridades, el papel se ignora con facilidad. Los entes de control no pueden seguir siendo esos bomberos que llegan a apagar el incendio cuando del edificio solo quedan cenizas.

Pero lo que sucedió con Interbolsa, también es testimonio de la irresponsabilidad y la ambición desmedida como guías de la conducta empresarial. Se puede discutir que la intervención de las autoridades fue tardía, pero hubiera sido innecesaria si la dirigencia de la empresa no hubiera tomado riesgos irresponsables y ocultando información del público sobre su situación real. En efecto, defraudaron la confianza de sus inversionistas, mientras contribuían a una bola de nieve que significaría la ruina de muchísimas personas.

En Colombia, nos solemos quejar de nuestra clase política (el guante me cae, yo lo hago repetidamente por este medio), y a veces se nos olvida que irresponsables hay en todos los sectores; personajes que a punta de engaños y trampas dictan su comportamiento, sin consideración por nada ni nadie, excepto ellos mismos. 

jueves, 15 de noviembre de 2012

LA CUESTIÓN ÉTICA DETRÁS DEL CASO INTERBOLSA - El Colombiano

LA CUESTIÓN ÉTICA DETRÁS DEL CASO INTERBOLSA - El Colombiano

El caso Interbolsa no puede quedar en la reflexión puramente económica, incluso bajo sus consecuencias jurídicas. También nos debería cuestionar sobre las normas del sistema financiero, la efectividad de los órganos de control, pero sobre todo, de las controversias éticas de las decisiones tomadas por las directivas de la empresa.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Nueva guerra, viejo problema (Versión larga)


(Esta es la versión extensa de mi columna publicada en el periódico El Colombiano el 01 de noviembre de 2012, incluye enlaces y el desarrollo de algunas ideas insinuadas en el texto original).

Por Santiago Silva Jaramillo

El último año ha visto el recrudecimiento de la violencia entre esmeralderos en el país y mientras el temor por una nueva guerra entre los jefes del negocio aumenta, los colombianos presenciamos una historia que nos sabemos de memoria: de cómo la debilidad y desidia de nuestro gobierno central mantiene al país saltando de una violencia a otra.

La Iglesia y las autoridades locales en Boyacá se esfuerzan estas últimas semanas por evitar que las tensiones entre los zares de las esmeraldas desemboquen en una guerra como la que se vivió en la región a finales de los ochenta.

Los investigadores de la Universidad Nacional Francisco Gutiérrez y Mauricio Barón, sostienen que las tres guerras de los esmeralderos (1960, 1975, 1986) tuvieron como elementos transversales las luchas entre empresarios de las esmeraldas, el conflicto entre legalidad, ilegalidad e informalidad, la búsqueda de interlocutores regionales para tratar asuntos con el gobierno nacional e incluso las vendettas entre los “patrones”. La ausencia del Estado llevó a la creación de métodos “alternos” (comúnmente violentos) de resolución de conflictos sociales y económicos entre los esmeralderos y esto creó un círculo estable pero tenebroso entre una paz armada y la guerra.

Nuestro gobierno central suele ser incapaz o mostrarse reacio a ejercer control sobre grandes porciones de su territorio. Y cuando las cosas se desestabilizan, sus reducidos recursos y voluntad política para mantener el control lo llevan a delegar estas funciones en los poderes locales, a veces no legales y violentos.

Maquiavelo sostenía que los regímenes podían delegar su ejercicio de soberanía solo si esto hacía parte de una estrategia para ganar el control completo de un territorio en el futuro. Pero abandonarlo a su suerte es una receta segura para engendrar muchos problemas.

Esta posición ha sido cómoda para la dirigencia de la capital, pero ha implicado que millones de colombianos en la “provincia” queden a merced de los bandidos y sus labores extractivas. También ha implicado la ausencia de inversión pública, la profundización de prácticas corruptas y clientelistas y el aplazamiento del desarrollo económico y la inclusión política de estas regiones.

Porque el asunto no es solo del ejercicio legítimo de la fuerza (aunque empieza por ahí), sino que requiere de la presencia integral de la acción pública: la administración de justicia y la provisión de servicios públicos, principalmente.

Pero mientras el Estado colombiano no se preocupe y sea capaz de mantener el orden y hacer respetar el Imperio de la Ley, las periferias en el país, particularmente las que cuentan con recursos como esmeraldas, oro o coca, seguirán en manos de las elites politiqueras o mafiosas locales. Y cuando el equilibrio tenue que estos poderes mantienen a punta de amenazas se quiebre, nos veremos entre el ruido de una guerra nueva que hiede a un problema viejo. 

viernes, 2 de noviembre de 2012

Peras y manzanas (Versión larga)

Fuente: gente.com.co
(Esta es la versión extensa de mi columna publicada en el periódico El Colombiano el 01 de noviembre de 2012, incluye enlaces y el desarrollo de algunas ideas insinuadas en el texto original).


Por Santiago Silva Jaramillo


Ojeando el periódico “Gente de El Poblado” del pasado viernes 26 de octubre, me encontré con una nota sobre la seguridad de esa comuna en donde el director de la Empresa de Seguridad Urbana, Ricardo Salgado, hace unas aseveraciones sinceramente tontas.

La nota se titula: "Seis homicidios en 2012: "con índices del primer mundo"" y cuenta cómo Salgado le quitó valor a las denuncias ciudadanas sobre inseguridad en El Poblado, tachándolas de ser una "magnificación", señalando la preocupación de sus habitantes como una percepción exagerada.

También dijo, según la nota, que El Poblado es la comuna más segura de la ciudad porque su índice de homicidios es el más bajo en términos comparativos. Luego tuvo el descaro de sostener que gracias a eso la comuna se podía comparar con países del "primer mundo" en términos de seguridad.

Lo más curioso es que la reunión, adelantada en la sede de Telemedellín, había sido convocada por los vecinos preocupados por el aumento de los robos en el barrio. Al señor Salgado lo invitaron a hablar de manzanas y llegó con una canasta de peras. El índice de homicidio es solo uno de los muchos asuntos que configuran la ‘seguridad’.

Y esto es problemático por dos razones. La primera es que aunque El Poblado sea en efecto la comuna con el menor índice de homicidios de la ciudad, es la segunda  en hurtos después del Centro. En 2011 se presentaron 582 hurtos en La Candelaria, El Poblado le siguió con 543, según el SISC. El robo de celulares se ha convertido en una peste, mientras los robos a apartamentos siguen en aumento.

La segunda se refiere a la respuesta de algunas autoridades, acostumbradas desde hace un tiempo a recurrir a la excusa de la percepción siempre que se les interroga sobre la seguridad. Es decir, que todo lo que no cuadre con su discurso o sus resultados es un asunto de una supuesta percepción ciudadana exagerada; de un temor infundado.


El peligro de esta actitud es que lo que no se reconoce se esconde y que lo que se esconde no se atiende. Y la administración municipal ha tomado la incomoda costumbre recientemente de no reconocer muchos asuntos, particularmente respecto a la seguridad.


Menos mal tenemos la Policía que tenemos. Lo único rescatable de este episodio es la actitud atenta y responsable del Comandante de la policía de El Poblado, el teniente coronel Fabio Rojas, quien prometió incrementar los esfuerzos, particularmente a través del Plan Cuadrantes, para atender estas problemáticas.

viernes, 26 de octubre de 2012

Peleando por el botín (Versión larga)

(Esta es la versión extensa de mi columna publicada en el periódico El Colombiano el 25 de octubre de 2012, incluye enlaces y el desarrollo de algunas ideas insinuadas en el texto original).
Por Santiago Silva Jaramillo
Si, podemos negociar la paz, podemos desmovilizar a la guerrilla (supongamos incluso que eso significará el fin de la violencia en el país, lo que es improbable) pero nuestro problema más grave, nuestra maldición más desastrosa es la corrupción. La pequeña, la de todos los días, la de los sobornos a funcionarios para conseguir servicios o evitar multas y la evasión de las obligaciones ciudadanas menores. Y la grande, la de los contratos públicos ganados con trampa e incumplidos y los desfalcos al erario, la de las amenazas y la violencia, la de los contratistas y los politiqueros.
Porque la corrupción del segundo tipo en nuestro país se ha convertido en bastión de bandidos, en una mafia tan peligrosa y evasiva como los grupos armados a los que tanto tememos. Estamos a merced de contratistas dedicados a conseguir contratos y ocasionalmente inclinados a cumplirlos. Expertos en querellas y demandas, en quedar mal y justificarse. Más políticos y abogados que ingenieros, más bandidos que empresarios. Y su botín es el Estado.
La corrupción afecta y condiciona cuestiones básicas de la vida política, las prácticas corruptas no solo empantanan la acción del Estado, sino su legitimidad como representante de los intereses colectivos. La corrupción particulariza la misión estatal y coopta y direcciona sus intervenciones hacia la defensa y promoción de los interés privados. Esto desestimula la participación ciudadana, mina la legitimidad estatal y alimenta las concepciones particularistas y tramposas de la vida social.
De esta forma, el Estado es entendido por las fuerzas políticas como un botín que se gana en las elecciones, el cual debe repartirse entre quienes los apoyaron (redes clientelares y aliados políticos). Este fenómeno implica ver a la corrupción como una amenaza para la estabilidad y la seguridad de un país, en tanto socava las instituciones y los valores democráticos, y afecta la ética, la justicia y el imperio de la ley.
La corrupción es entonces una fuente de deslegitimación y destrucción de la eficacia y eficiencia del Estado, corrompe la transparencia de procesos públicos y privados, afecta los intermediarios justos y transparentes de la economía, crea costos para la inversión y el desarrollo económico, y desestimula la participación de los ciudadanos en actividades políticas, comunitarias y sociales, muchas de la cuales, además, constituirían la mejor herramienta para combatir el problema. 
En palabras de Bertrand de Speville en su libro Superando la corrupción, “el mundo moderno ha llegado a darse cuenta de que los valores éticos, la integridad y el buen gobierno constituyen los cimientos de un Estado exitoso” (de Speville, 2011: 29). En Colombia nos hemos demorado en reconocer esta realidad, pero sobre todo en abordarla.
La inversión y el crecimiento económico del país es otro frente donde la corrupción crea cargas y desincentiva los avances. Según el Reporte Anual de Competitividad 2012 del Foro Económico Mundial, la principal dificultad para hacer negocios identificada por los empresarios del país es la corrupción. El 18% de los encuestados dieron esa respuesta, la más importante, sacándole unos 6 puntos al problema de la infraestructura, e incluso unos 10 al del crimen y la violencia.
Según la Encuesta de Probidad 2006, realizada por Transparencia por Colombia, el 84,4% de los empresarios no participa en procesos de contratación con el Estado porque considera que la competencia no es justa. De igual manera, un 31,74% de los empresarios afirma que durante un proceso de contratación con el Estado, los funcionarios públicos solicitan sobornos, mientras un 16,92% sostiene que es el empresario quien los ofrece.
Los resultados de la Encuesta muestran que el 28,4% de los empresarios colombianos fue víctima de algún tipo de solicitud de sobornos o favores a cambio de algún servicio por parte de un funcionario del Estado, mientras que solo el 8,52% de los involucrados denunció efectivamente el caso.
Según cálculos del mismo Gobierno Nacional, el pago de sobornos en los procesos licitatorios nos cuesta más de un billón de pesos anuales, reflejados en sobrecostos e incumplimientos en las obras. Por otro lado, Transparencia por Colombia estima que un promedio del 10% del gasto en contrataciones públicas se desperdicia en corrupción y soborno.
La semana pasada el gobierno presentó un proyecto de ley que reglamenta una norma del estatuto anticorrupción. La idea es que las empresas que paguen sobornos pierdan su personería jurídica.
Es un avance, aunque deja de lado la otra cara de la moneda. Si, la empresa que da sobornos es sancionada, pero el funcionario que los pide sigue en las mismas. No solo eso, “ponerle dientes” a una norma, como dicen los medios de comunicación, es un inicio, pero la efectividad en prevenir y castigar depende de muchas cosas además de lo fuerte de la pena.
Y esa es la otra lección que nos ha llevado tiempo, que se nos escapa con cada nueva legislación que se presenta en el Congreso, que la corrupción no solo se combate con castigos más duros, que es un asuntos cultural y social, que supone una respuesta integral del Estado en términos de transparencia y de la sociedad en acción colectiva y participación ciudadana. Que solo así, podremos deshacernos de ese enjambre de bandidos que saquean diariamente el dinero y la confianza de todos.

jueves, 25 de octubre de 2012

PELEANDO POR EL BOTÍN - El Colombiano

PELEANDO POR EL BOTÍN - El Colombiano

Sí, podemos negociar la paz, podemos desmovilizar a la guerrilla. Supongamos, incluso, que eso significaría el fin de la violencia en el país, lo que es improbable. Pero nuestro problema más grave, nuestra maldición más desastrosa, es la corrupción. La pequeña, la de todos los días, la de los sobornos a funcionarios para conseguir servicios o evitar multas. Y la grande, la de los contratos públicos ganados con trampa e incumplidos, y los desfalcos al erario; la de las amenazas y la violencia, la de los contratistas y los politiqueros.

viernes, 19 de octubre de 2012

Elecciones y debates (versión larga)

(Esta es la versión extensa de mi columna publicada en el periódico El Colombiano el 18 de octubre de 2012, incluye enlaces y el desarrollo de algunas ideas insinuadas en el texto original).

Por Santiago Silva Jaramillo
Existe algo de consenso en la Ciencia Política respecto a que los debates políticos tienen poco efecto sobre las decisiones finales de los votantes en una elección presidencial. En efecto, los debates se realizan cerrando las campañas y la nueva información (si es que la hay) no logra cambiar las posiciones iniciales de cada uno de los votantes. O por lo menos eso creíamos.

Los dos primeros debates presidenciales de la actual campaña estadounidense nos han recordado la importancia que para algunos votantes tiene el desempeño de sus candidatos durante estos enfrentamientos.
La campaña de Obama subestimó la importancia del primer debate, un error que intentaron evitar en el segundo encuentro. Barack Obama se preparó para el debate del martes desde el sábado pasado, concentrándose con sus colaboradores y asesores más cercanos en un hotel en Virginia. Las declaraciones de su equipo dejaron entrever su preocupación por su pobre desempeño en el primero de los tres debates programados.
Era una preocupación merecida. La campaña de Romney, que parecía estar hundiéndose entre las declaraciones desafortunadas del candidato republicano, aprovechó el empujón de su buen desempeño en el primer debate para remontar en las encuestas. El candidato republicano remontó en la intención de voto, también mejoró la recolección de dinero en donaciones, siendo septiembre, con 170 millones de dólares, el mejor mes de toda su campaña presidencial.
Las encuestas más recientes sugieren un empate en la intención de voto popular, con Romney en 47,4% y Obama en 47,3% para el 15 de octubre. Sin embargo,  la diferencia en los votos electorales (que son los que al final eligen al presidente estadounidense) sigue siendo sustancial, mientras el republicano tiene unos 180, el demócrata se llevaría 255. El mínimo para ganar la presidencia son 270.

El segundo debate se realizó en la Universidad de Hofstra de Nueva York el pasado martes 16 de octubre. Solo falta otro encuentro para las votaciones presidenciales del 6 de noviembre, primer martes del mes, fecha tradicional de las elecciones en Estados Unidos.
Los debates presidenciales parecen tener pocos efectos entre los seguidores fuertes de cada uno de los candidatos, sin embargo, entre los indecisos, el “momentum” ganado por eventos como una buena presentación en un debate puede llevar a tomar una decisión por un candidato. Esta parece ser la explicación más probable para la ligera ventaja que está sacándole Romney a Obama; el candidato republicano está llamando la atención de los votantes indecisos, poco informados y más volátiles a la hora de decidir su voto. 
Para la percepción de estos votantes indecisos es más importante que los medios repitan "Romney u Obama ganó el debate" que su propia opinión sobre el candidato.
A estas alturas de la campaña, los miembros más firmes de ambos partidos se pueden ver como “votantes fijos” con posiciones claras e afiliaciones consistentes, la verdadera pelea se está dando por los independientes, los indecisos y los abstencionistas.
El asunto es que en una campaña tan reñida, el más leve cambio en la intención de voto o lograr asegurarse una ventaja en alguno de los estados claves, puede darle la victoria a uno de los dos candidatos.
De esta manera, los debates, que pueden lograr que esa franja de indecisos se incline hacia un lado u otro se vuelven fundamentales para la campaña estadounidense. El tercer y último debate podría decidir quién será el próximo presidente de los Estados Unidos de América.

jueves, 18 de octubre de 2012

ELECCIONES Y DEBATES - El Colombiano

ELECCIONES Y DEBATES - El Colombiano

Existe algo de consenso en la Ciencia Política respecto a que los debates políticos tienen poco efecto sobre las decisiones finales de los votantes en una elección presidencial. En efecto, los debates se realizan cerrando las campañas y la nueva información (si es que la hay) no logra cambiar las posiciones iniciales de cada uno de los votantes. O por lo menos eso creíamos. 

viernes, 12 de octubre de 2012

La injusticia como ejemplo (Versión larga)

(Esta es la versión extensa de mi columna publicada en el periódico El Colombiano el 12 de octubre de 2012, incluye enlaces y el desarrollo de algunas ideas insinuadas en el texto original). 

Por Santiago Silva Jaramillo
La justicia en Colombia (esto es, la falta de ella) se ha convertido en otro de nuestros ejemplos perversos, de esas emulaciones peligrosas, que logra que la impunidad, las trampas y los engaños en el sistema judicial se haya convertido en otro justificador social de las violaciones de normas del día a día.
La injusticia convence a las personas de que la sociedad y quienes la conforman no están jugando limpio, llevándolos a desconfiar de los demás, del Estado y de las instituciones sobre las que se soportan las dinámicas sociales.
La justicia le rebajó en 19 años la condena a alias "el Cebollero" (El Colombiano, 03/10/2012)
La justicia colombiana enfrenta serios problemas de eficacia y eficiencia. Los datos recogidos por Sergio Clavijo para ANIF, desmienten la idea de que el problema de la rama judicial del país tenga que ver únicamente con los recursos a su disposición. En efecto, Colombia destinaba en 2010 el 3,3% de su PIB a la provisión de justicia, mientras Estados Unidos el 3,1%, Argentina el 2,5% y Chile el 2,4%. La cantidad de jueces y funcionarios asociadas a la rama (otra queja recurrente) es bastante similar en la mayoría de países de la región. Mientras Colombia cuenta con 10 jueces por cada 100.000 habitantes, Estados Unidos tiene 11, Chile 7, Argentina 2 y Perú 8.
Alias "Colas", presunto socio de "Sebastián", tendrá detención domiciliaria (El Colombiano, 04/10/2012)
La trampa, el engaño y la impunidad, esa percepción de que el resto de los miembros de la sociedad no juega por las reglas y se inclina por defraudar a los demás buscando su beneficio individual, o que la ley solo se aplica según el acusado, supone un ejemplo perverso para los ciudadanos. La injusticia, en tanto se convierte en una brecha entre expectativa y resultado, destruye la confianza de las personas y se convierte en una conveniente excusa para violar la ley y las normas.
Familia Dávila fue condenada a 20 y 22 meses de prisión por caso AIS (El Colombiano, 04/10/2012)
La percepción de injusticia mina la confianza de la gente en sus conciudadanos e instituciones. Los convence que solo defraudando pueden lograr sus objetivos y que, al llegar a esa misma conclusión, el resto de la sociedad apunta a defraudarlos también a ellos.
De esta manera, sin una justicia eficaz y eficiente, transparente y confiable, esa inclinación perversa a justificar la violación de la ley a la sombra de la injusticia general seguirá sobre la suerte de todos los colombianos.

jueves, 11 de octubre de 2012

LA INJUSTICIA COMO EJEMPLO - El Colombiano

LA INJUSTICIA COMO EJEMPLO - El Colombiano

La justicia en Colombia (esto es, la falta de ella) se ha convertido en otro de nuestros ejemplos perversos, de esas emulaciones peligrosas que logra que la impunidad, las trampas y los engaños en el sistema judicial se hayan convertido en otro justificador social de las violaciones de normas del día a día.

lunes, 8 de octubre de 2012

Autobiografía

Hace unas semanas, en la Universidad EAFIT, el escritor Antioqueño Hector Abád Faciolince participó de un taller de escritura en donde los participantes eran escogidos luego de presentar un relato o un poema y una autobiografía en forma narrativa. No llegué al corte final, pero del fracaso me quedó mi autobiografía narrativa, que les comparto a continuación:


Autobiografía

Por Santiago Silva Jaramillo

Soy politólogo de la Universidad EAFIT. Leer novelas históricas me indujo a escribir mis propios relatos, cortos y torpes, pero terriblemente gratificantes. Los han publicado en un par de periódicos universitarios y en un libro de recopilación de una pequeña editorial española. Años de concursar en las convocatorias de mi Universidad me llevaron a un sufrido tercer puesto en el último año en que las normas me permitían participar. También escribo una columna en El Colombiano desde principios de este año, ganada a pulso con mucha paciencia y no menos persistencia.

La lista no se hace mucho más larga. Quizá por eso y por el mismo género que me encanta, es mi obsesión por el pasado.

Hace unos años mi papá me contó como un viejo familiar de la familia Vanegas (soy Santiago Silva Jaramillo Vanegas Vallejo), un tío Pedro, un viejo cura al parecer algo desocupado, había iniciado la tediosa tarea de construir la genealogía del apellido y rastrear los orígenes de nuestra ascendencia. Durante semanas, contaba mi papá, el tío cura llegaba a todas las reuniones familiares con nuevos hallazgos. Que tal abuelo había peleado en la Guerra de los Mil Días, que tal tatarabuela le había gustado escribir poesía, que otro tatarabuelo había llevado el primer carro a un perdido pueblo en el sur del Huila en dónde vivía. Sin embargo, a pocos meses de iniciadas sus indagaciones, el tío cura desistió de continuar. En otra de las acostumbradas reuniones familiares le preguntaron el por qué. El viejo respondió: “Revolver el pasado es peligroso; dejé de hurgar porque en esas cosas uno siempre termina encontrándose con una ‘tataraputa’”.

Intenté retomar el ejercicio del tío cura hace unos años, ignorando por supuesto su advertencia. La frustración de conseguir la información me impidió profundizar, más que el miedo a encontrar parentela indeseada. Logré sin embargo conocer algunas cosas sobre los inicios de los apellidos, la genealogía más clásica de mi ascendencia, en un intento infantil por rodear mi nombre de las glorias ajenas.

Silva por ejemplo, parece provenir de un gobernador militar de la Lusitania romana en tiempo de Nerón. Silvio se llamaba el romano y su descendencia pobló buena parte de la península Ibérica. Jaramillo proviene de Asturias y aunque se emparentó con la realeza española, el rumor es que hace referencia a una vieja banda de ladrones de caballos. Vanegas proviene de un cortesano de la corte de Carlos V de origen Flamenco, cuyo apellido era Van der Gast. Sus descendientes cruzaron el Atlántico y las américas hicieron el resto. Vallejo es de Vizcaya, poco o nada más se sabe de su origen exacto, aunque como todos los demás, hace alarde de parentela aristocrática y llena de personajes ilustres.

Lo que inició como un esfuerzo infantil por darle algo de historia a lo que por demás podría ser una historia insipiente, pronto degeneró en una cruzada arribista por atribuir logros ajenos a la lista en blanco propia. Pero está bien, supongo que saber que provengo de políticos, militares, ladrones, comerciantes y aristócratas tiene algún mérito.

domingo, 7 de octubre de 2012

Sus peores enemigos (Versión larga)

(Esta es la versión extensa de mi columna publicada en el periódico El Colombiano el 4 de octubre de 2012, incluye enlaces y el desarrollo de algunas ideas insinuadas en el texto original). 


Por Santiago Silva Jaramillo
El pasado 30 de septiembre se realizaron las consultas internas de los partidos Verde, Polo Democrático Alternativo y MIRA para escoger delegados a sus congresos nacionales y comités temáticos.  El costo de la consulta fue de unos 36 mil millones de pesos, con unos 500 mil votos registrados y menos de esa cifra de votantes (las personas podían votar en más de una de las consultas), según datos de la Registraduría. Se instalaron 12.907 mesas en 4.931 puestos de votación a nivel nacional. En Antioquia votaron unas 30 mil personas. El proceso es valioso, pero los recursos utilizados fueron a  todas luces desperdiciados.
Empiezo por aclarar que estoy convencido que la democracia es cara. Y que requiere de recursos e inversiones para garantizar su funcionamiento, particularmente a la hora de promover la participación de los ciudadanos.
No podemos pretender regirnos por un sistema político que debe y se consagra a la participación ciudadana y luego renegar cada vez que tenemos que invertirle recursos. Sin embargo, la torpeza no puede constituirse en la única rectora de la política colombiana.
Porque lo más irónico de estas consultas es que fueron pensadas para fortalecer a los desprestigiados partidos políticos, pero su fallida ejecución ha logrado todo lo contrario. En efecto, la opinión de la mayoría de los colombianos respecto a estas consultas parece haber empeorado aún más la percepción negativa de los partidos entre los ciudadanos.
La preocupación tiene que ser real, según la encuesta bimestral de Gallup el 73% de los colombianos tienen una imagen desfavorable de los partidos políticos a junio de 2012. Durante los últimos 5 años esta tendencia se ha mantenido, el desprestigio de los partidos en Colombia ha sido una constante en época reciente. De igual manera, el 71% de los encuestados no se consideran miembros de ningún partido político.
De alguna manera, es entendible la apuesta que hacían los partidos con estas consultas: ganar legitimidad ante los ojos de sus miembros, mientras a la vez avanzaban en la sofisticación de sus mecanismos de transparencia. Es decir, que los rangos internos llegaran a sus cargos con el apoyo y soporte de las personas y no moviéndose dentro de las “roscas” internas del partido. Un propósito loable, pero con una ejecución bastante torpe.
Los tres partidos pidieron a la Registraduría imprimir 7,600.000 tarjetones, de los que no se utilizaron ni el diez por ciento. Los sobrantes, como lo dicta la ley, fueron destruidos en los mismos puestos de votación. La decisión de hacer la consulta no fue unánime en todos los partidos, disidencias se opusieron, particularmente al conocer los recursos que costarían. Pero aislarse por completo habría significado perder la representación dentro de sus organizaciones.
Aunque al final, mirando el asunto en perspectiva lo peor no fue el excesivo gasto, sino las consecuencias de una acción democrática de este tamaño fallida. El peor daño al sistema político colombiano fue la profundización del desprestigio de los partidos y del escepticismo frente a los procesos de participación.
Es claro que hay que fortalecer los partidos políticos. El escepticismo de las personas frente a las organizaciones políticas colombianas está bien ganado, ante la inconsistencia, el clientelismo, la poca representación, la pobre organización de los partidos pequeños y el excesivo centralismo de las decisiones.
Una democracia sin partidos sólidos, representativos y responsables es una “democracia” de caudillos y cada vez menos una democracia. El buen funcionamiento de un sistema democrático exige partidos políticos fuertes para articular los intereses de los diferentes grupos que integran una sociedad moderna. Pero los partidos políticos y sus dirigentes nos demuestran con cada decisión que ellos son sus propios peores enemigos.

jueves, 4 de octubre de 2012

SUS PEORES ENEMIGOS - El Colombiano

SUS PEORES ENEMIGOS - El Colombiano

El pasado 30 de septiembre se realizaron las consultas internas de los partidos Verde, Polo Democrático Alternativo y Mira para escoger delegados a sus congresos nacionales y comités temáticos. El costo de la consulta fue de unos 36 mil millones de pesos, con unos 500 mil votos registrados y menos de esa cifra de votantes (las personas podían votar en más de una de las consultas), según datos de la Registraduría. 

lunes, 1 de octubre de 2012

Coca, petróleo, oro y balas (Versión larga)



(Esta es la versión extensa de mi columna publicada en el periódico El Colombiano el 2 de agosto de 2012, incluye enlaces y el desarrollo de algunas ideas insinuadas en el texto original). 

Por Santiago Silva Jaramillo

El pasado miércoles 25 de julio la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC) presentó su informe anual sobre cultivos ilícitos y producción de droga en Colombia. El informe detalla el comportamiento de los cultivos, sobre todo, su distribución geográfico.

Y esto es importante porque nos señala los retos futuros de la guerra colombiana contra el narcotráfico y el crimen organizado. 

Existe una relación clarísima entre el aumento de la violencia y de cultivos de coca en varias regiones del país. El narcotráfico, como bien conocemos, es también fuente de inestabilidad estatal, degeneración social y económica, deslegitimación de las instituciones y padrino de otras actividades ilegales.

Según el informe, la tendencia de reducción de cultivos se detuvo por primera vez desde 2007, esto a causa del aumento de los cultivos en Nariño, Putumayo, Guaviare, Cauca y Norte de Santander. La violencia que en los últimos meses ha desestabilizado estas regiones no es una coincidencia, mayor presencia cocalera desemboca inevitablemente en un deterioro del orden público.


Fuente: UNODC “Colombia. Censo de cultivos de coca 2011”. Junio de 2012.

Una primer hipótesis para este aumento puede verse en la disminución de la ayuda estadounidense en la lucha contra las drogas (este año se contrajo en más del 20%), unos recursos difíciles de conseguir en el corto plazo dentro del presupuesto de defensa nacional.

El informe también sugiere un cambio en las economías ilegales que atraen a los mafiosos. La minería ilegal en Antioquia es el mejor ejemplo. Muchos narcotraficantes han cambiado el negocio de las drogas al del oro en los últimos dos años. EL COLOMBIANO señalaba en una nota del 30 de julio que la reducción de algo más del 50% de los cultivos de coca en Antioquia de 2010 a 2011 se ha dado por este tránsito entre negocios ilícitos.

Mejor dicho, que la acción del Estado no está eliminando las economías ilegales del departamento, las estructuras ilegales solo están diversificando sus actividades.

Lo anterior también es cierto para la explotación petrolera. Colombia ha casi duplicado su producción en la última década, acercándose cada vez más al millón de barriles diarios. Sin embargo, los grupos criminales han estado atentos a la tendencia de los hidrocarburos y sus acciones en contra de la infraestructura física y la extorción a contratistas y empleados de las petroleras ha aumentado exponencialmente.

De acuerdo al Centro de Seguridad y Democracia el secuestro ha aumentado de 158 casos en 2009 a 229 en 2011. Los atentados a la infraestructura económica han pasado de 233 en 2010 a 308 en 2011 y el sabotaje de la infraestructura petrolera se ha triplicado desde 2009. 

Por supuesto, el aumento del interés de los grupos criminales en estas zonas del país implica mayor violencia y afectaciones al sistema electoral. En efecto, la guerracontra lasguerrillas se ha concentrado en las zonas de frontera (Arauca, Norte de Santander, Putumayo y Nariño) y en viejos bastiones como el Sur de Bolívar y Cauca.

De igual manera, según la MOE, los departamentos y municipios con mayor riesgo electoral en las elecciones locales de 2011 pertenecían a las zonas de frontera o a regiones de interés para narcotraficantes, guerrilleros o bandas criminales por su petróleo, oro o coca. 

Cinco conclusiones pueden delinearse de todo este panorama. La primera es que las bandas criminales funcionan con una lógica económica tan dinámica como cualquier otra empresa y que sus intereses pueden variar con rapidez, dejando grandes esfuerzos de las autoridades en la basura. 

Por otro lado, la guerrilla se comporta cada vez más según sus rentas del narcotráfico y la extorsión, la mayoría de sus acciones recientes han sido dirigidas a proteger o promover estos intereses económicos. 

También, que cualquier parpadeo en la acción estatal puede significar un recrudecimiento de la violencia en el país; los criminales son rápidos, adaptables y tienen un olfato muy ajustado para recoger nuevas tendencias nacionales. 

De igual forma, las actividades ilegales se entrecruzan y relacionan unas con otras, la lucha contra la ilegalidad y la informalidad económica debe ser frontal e integral, incluir aspectos represivos, pero también desarrollo e institucionalidad. 

Y finalmente, que es la debilidad de nuestro gobierno central, del Estado en su conjunto, lo que ha llevado a que las zonas marginadas, lejanas y olvidadas de la geografía se conviertan en bastión de bandidos; un fortalecimiento institucional transversal debe ser la respuesta en las regiones del territorio nacional en dónde nunca o esporádicamente, ha existido un Estado colombiano.




jueves, 27 de septiembre de 2012

LAS TRAMPAS DE LA NOSTALGIA - El Colombiano

LAS TRAMPAS DE LA NOSTALGIA - El Colombiano

En realidad, no “todo tiempo pasado fue mejor”. La verdad, los hombres nos encontramos en un mundo que, en términos generales, progresa con cada año, se convierte en un mejor lugar para vivir día tras día.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Alimentando el monstruo (Versión larga)

 
(Esta es la versión extensa de mi columna publicada en el periódico El Colombiano el 20 de septiembre de 2012, incluye enlaces y el desarrollo de algunas ideas insinuadas en el texto original). 
 
Por Santiago Silva Jaramillo
La corrupción, particularmente como expresión de la tolerancia a la ilegalidad, es el mayor desafío que enfrente actualmente Antioquia, un enemigo que se esconde bajo un manto de cotidianidad y trivialidad.
La página web Havocscope.com calcula que el tamaño del mercado negro colombiano supera los 14.5 billones de dólares. De estos, algo más de un tercio lo constituye el contrabando de bienes, un negocio que resulta por lo menos dos tercios tan importante como el narcotráfico en el país. El contrabando de alcohol, cigarrillos y la piratería de películas, música y software responden por el resto de la porción ilegal de nuestra economía. La minería y la tala de arboles ilegal también han aumentado su participación en los últimos años.
Según Fenalco, el 18 por ciento de los productos en el Valle de Aburrá son de contrabando. El porcentaje sube a 37 en las subregiones. Delitos como el contrabando de tabaco y de cigarrillos, la evasión de impuestos, la adulteración y la falsificación de bebidas alcohólicas y juegos de suerte y azar, la evasión de la sobretasa a la gasolina, la apropiación ilegal de hidrocarburos y la explotación minera ilegal le cuestan a Antioquia unos 384.400 millones de pesos al año en impuestos.
El gigantesco mercado está conformado por cientos de miles de elementos. De diferentes maneras, todos hacemos parte de ese monstruo ilegal. Sí, el día a día tiene que ver con la gran corrupción, incluso con el crimen organizado. Según algunos cálculos, el 53 por ciento del software en Colombia es pirata; Antioquia representa el 20 por ciento de este mercado que en 2011 superaba los 295 millones de dólares. Asuntos como la inversión extranjera, al igual que la innovación local, se ven desincentivados por este fenómeno.
Pero el contrabando y la piratería no solo privan al erario público de recursos de inversión, sino que financian la violencia y la tiranía de las organizaciones criminales. El compromiso por la legalidad no es justificable solo por su impacto en los presupuestos para realizar obras de desarrollo y ejecutar programas sociales, sino porque la ilegalidad e informalidad funcionan como el combustible que da poder a los mafiosos y corruptos de nuestra sociedad.
La ilegalidad se alimenta de la cultura del atajo, de la tolerancia a la trampa, de la admiración al egoísmo desbordado y la justificación social del engaño.
El esfuerzo contra la ilegalidad debe ser integral, liderado por el Estado pero acompañado por el resto de la sociedad. Porque en ocasiones el crimen se construye de la acumulación de pequeñas acciones irresponsables, como aquel empresario que vende grandes cantidades de abono a lugares en que lo único que se puede hacer son bombas o el ciudadano que compra un celular de procedencia dudosa, echándole leña al fuego de la demanda por dispositivos robados.
Es por eso que resultan tan convenientes programas como Antioquia Legal de la Gobernación de Antioquia, que busca con herramientas legales, administrativas, de control social y educación cultural incentivar lo comportamientos apegados a la legalidad en el departamento.
La apuesta de la Gobernación se sustenta en un enfoque integral, que incluye desde el control interno de la entidad, hasta las acciones preventivas ejecutadas en las escuelas antioqueñas. Sin embargo, el reto que tenemos por delante como sociedad, el desafío de contener esas inclinaciones y justificaciones tradicionales de la ilegalidad y la viveza representa un enemigo muy difícil de derrotar.