viernes, 23 de mayo de 2014

Evaluando a los candidatos (Versión completa)

(Imagen creada en Wordle)
En los últimos días se me han acercado muchas personas preguntándome “por quién votar”. Es entendible. Por un lado, muchos de estos indecisos son ciudadanos con esporádico interés en política, que ahora se ven desconcertados por la lentitud de la campaña, las extrañas peleas entre los candidatos y algunos temas complejos que ocupan la agenda.
Las elecciones presidenciales se acercan y más vale estar tan informado como sea posible sobre los candidatos de esta contienda electoral. En las próximas semanas escribiré mis opiniones y mi evaluación de los candidatos a la presidencia de nuestro país.
Juan Manuel Santos - Partido de la U, Partido Liberal, Cambio Radical
A Santos hay que evaluarlo, más que como candidato, como gobernante. Su reelección implicaría continuidad de sus políticas y de su liderazgo; por eso lo hecho es la mejor muestra de lo que se hará. La realidad es que el país ha avanzado en estos tres años en reducción de la pobreza y el desempleo. La desigualdad y la informalidad laboral, dos asuntos estructurales que los acompañan, también han tenido reducciones, aunque más modestas.
Empero, la seguridad se ha deteriorado. En parte, por la búsqueda de visibilidad que pretenden las guerrillas en negociación, pero también por la implementación de políticas torpes a la hora de atacar el crimen organizado y la delincuencia común, particularmente en las ciudades.
La destrucción de las antiguas casas de vicio ha sido el epítome del santismo: una medida coyuntural y mediática que no soluciona ningún problema de fondo. Eso, junto a esa dosis exasperante de inocente y a la vez condescendiente centralismo que acompaña a su gobierno.
De igual manera, se han estancado reformas necesarias por culpa de la politiquería o el mal manejo de los actores concernidos por parte del Gobierno Nacional. Las reformas a la justicia, la educación y la salud, están todo menos resueltas. Mientras que la ejecución de legislaciones convenientes para el país, como la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras ha sido lenta y sin mayores resultados.
Santos no es un mal gobernante -por lo menos no tan malo como lo señalan los uribistas-, pero tampoco es uno excepcional. Su liderazgo de los asuntos del país es flaco y se encuentra tan preocupado por su imagen actual y su legado futuro, que en ocasiones premia las coyunturas por el largo plazo, o desestima el ahora, por un futuro idealizado. Las dos alternativas, las escoge comúnmente en los momentos equivocados.
El presidente, por supuesto, propone continuidad, cuatro años más de lo que hemos visto en estos cuatro. Esa es la idea que deben evaluar los ciudadanos en las urnas, votar por Santos es validar su gobierno y querer más.
Enrique Peñalosa - Alianza Verde
Enrique Peñalosa es un mal político. Y esto es, curiosamente, tanto una ventaja, como una desventaja de votar por él. Se siente curiosamente incómodo en su posición de candidato, y lo digo porque, luego de una docena de campañas, uno pensaría que su desempeño en debates, entrevistas y correrías sería mejor que la nerviosa e insegura versión que estamos viendo.
Ágil a la hora de hacer alianzas que lo perjudican y ubicado casi siempre en movimientos o partidos políticos que poco lo quieren dentro de sus filas, Peñalosa ha tomado siempre decisiones políticas de dudoso mérito. Su incapacidad para navegar en el pantano de la política colombiana es un lastre que le ha costado varias elecciones.
De hecho, frente a su principal logro público -esto es, la Alcaldía de Bogotá- las percepciones ciudadanas pueden ser controversiales. En política no se pueden pretender consensos absolutos, pero las visiones encontradas sobre su desempeño como alcalde resultan frustrantes. Acá me refiero, por supuesto, a las ya famosas lozas y bolardos, y al mismo Transmilenio.
Sin embargo, Peñalosa siempre tuvo una idea muy clara de la ciudad que quería, y su trabajo -junto al de Antanas Mockus- le dieron algunos años de respiro a una ciudad que para entonces, parecía condenada a los problemas de una urbe tercermundista. Su versión de Bogotá no supervivió porque, en parte, los capitalinos la perdieron ante mafias y malos alcaldes, pero también, porque Peñalosa no supo capitalizar su buen gobierno.
Marta Lucía Ramírez - Partido Conservador
Marta Lucía Ramírez es la eterna ministra, haciendo parte de los gabinetes de César Gaviria, Andrés Pastrana y Álvaro Uribe. Es una tecnócrata que ha jugado el juego político con ciertos aciertos, pero recientes dudas sobre los métodos para conseguirlos. Todavía queda el mal sabor de su elección como candidata del conservatismo en una convención llena de irregularidades.
Sus propuestas y discurso de campaña caen con demasiada facilidad en la demagogia punitiva -como al proponer penas de cadena perpetua a violadores y atacantes con ácido-, o en los lugares comunes de políticas.
La columna de su campaña es su propuesta de lucha contra la corrupción. Ramírez ha tenido una trayectoria política generalmente transparente, pero los eventos de la convención conservadora y los viejos líderes conservadores que conforman buena parte de su equipo de campaña le restan credibilidad a la apuesta. Sin embargo, Ramírez es una mujer juiciosa y su desempeño en ministerios y el Senado fue sobresaliente. Cuenta con amplia experiencia en el sector público, y ha hecho política con relativo éxito.
Óscar Iván Zuluaga - Centro Democrático
Óscar Iván Zuluaga es un hombre juicioso en una situación extraña. Lo apadrina el hombre que es, por sí solo, una fuerza política, pero que siempre ha encontrado múltiples dificultades a la hora de escoger apadrinados y más importante, de endilgarles sus votos. Por otro lado, combina una sobresaliente carrera de servicio público con la incómoda posición de ser “el candidato de Uribe”; una condición que pone en duda tanto su independencia como su desvinculación del equipaje que el expresidente ha acumulado en sus largos años de ejercicio político.
Las calificaciones personales de Zuluaga no son puestas en duda por sus enemigos y contrincantes políticos; se ha preparado con juicio y cumplido su servicio público de manera sobresaliente. Sin embargo, quienes rodean (y en ocasiones integran) su campaña a la Presidencia de la República, despiertan más que dudas. Los recientes escándalos se explican en parte por la misma naturaleza degradada de la contienda política colombiana, pero también por las “regulares compañías” de los equipos de campaña. Zuluaga ha asumido los problemas de frente, acorde a su temperamento, pero los detalles del escándalo siguen acumulándose en su contra. Su pecado ha sido, sobre todo, la tolerancia de ciertas dinámicas perversas dentro de sus filas.
Clara López - Polo Democrático Alternativo
Clara López es una excelente candidata de la izquierda colombiana. El problema, curiosamente, es que las posiciones arcaicas de la izquierda colombiana determinan que su campaña no pueda deslindarse de las ideas anacrónicas que acompañan a este sector político en nuestro país. Así, a falta del progresismo de los partidos de izquierda socialdemócrata modernos, estamos ante la determinada testarudez de la izquierda trasnochada latinoamericana.
Sin embargo, López cuenta con una excelente preparación académica y desempeño público. Incluso logró que, reemplazando a Samuel Moreno en la Alcaldía de Bogotá luego de su destitución, la calificación de su gobierno provisional sobrepasara los setenta puntos.
En buena medida, que el Polo Democrático haya sobrevivido (apenas, pero lo hizo) a la administración distrital de los Moreno, se lo debe al trabajo de Clara López. Ella es, al final, una líder política valiosa y juiciosa, capturada por las posiciones ideológicas de un partido en problemas y de un contexto histórico olvidado. Estos, y los que he comentado en mis últimas dos columnas, son nuestros candidatos.
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Entre ellos está nuestro próximo presidente. Los invito, lectores, a que tomen una decisión consciente, informada, pero en libertad, y que encontremos buena suerte al depositar los tarjetones en las urnas. Ese es mi deseo, ciudadanos.