Pensemos, por un minuto, que conviven dos Estados. El primero es burocrático, lento, ineficiente; lleno de frenos, eternos procesos y trámites, y sus resultados comúnmente nulos. Sus impuestos son prohibitivos y arbitrarios, sus funcionarios corruptos e irresponsables y el ejercicio de sus labores, por lo menos dudoso....
jueves, 31 de octubre de 2013
DILEMAS DE ESTADO - El Colombiano
DILEMAS DE ESTADO - El Colombiano
sábado, 26 de octubre de 2013
El Estado analfabeta (Versión extensa)
Esta es la versión extensa de mi columna, publicada el 24 de octubre de 2013 en Catalejo del periódico El Colombiano.
Por Santiago
Silva Jaramillo
Confundida, doña
Edilma* me mira sin entender la pregunta, aunque intenta disimularlo, apretando
sus manos y mirando alrededor. “Eso de la política es muy complicado ¿cierto?”
dice por fin, elusiva. Estamos en Segovia, en el nordeste antioqueño,
realizando un ejercicio de economía experimental que incluye tres juegos y una
encuesta. Nos encontramos tres investigadores de la Universidad EAFIT y treinta
y dos personas de la comunidad en la casa de la cultura del municipio minero.
Edilma es
analfabeta, nunca pudo estudiar, como nos reconoció luego de que le entregáramos
la encuesta que debía diligenciar al final de los juegos, y trabaja en el
último de los eslabones de la explotación artesanal de oro, escarbando la
tierra que ya ha sido exhausta por los otros mineros.
Llevo veinte
minutos hablando con ella, intentado responder juntos las preguntas incluidas
en la encuesta. En realidad no son difíciles, pero el analfabetismo no solo
impide leer y escribir a la persona, afecta la manera como entiende, le vuelve
casi imposible abstraerse, incluso afecta su habilidad para relacionarse con
las demás personas. Mis explicaciones bien podrían ser de física cuántica para
Edilma, ella simplemente no puede entender las preguntas que con algo de
frustración y mucho pesar, intentamos responder.
Al final, luego
de muchos espacios en blanco, algunos silencios incómodos, e incluso un poco de
exasperación, terminamos el ejercicio. Edilma se despide, vuelve a su labor de
“chatarrera” en las orillas de los ríos por esos veinte mil pesos semanales que
gana con algo de suerte y nosotros regresamos a Medellín, al acompasado ritmo
de la vida académica y las subestimadas comodidades de la capital
departamental.
Porque viajar a
las subregiones antioqueñas (por no hablar de toda la periferia colombiana) es
encontrarse con un claro escenario de desigualdad institucional. Claro, las
ciudades hierven en problemas, los ciudadanos exigen de sus autoridades un
mejor gobierno y en las calles se respira en ocasiones el escepticismo de la
vida urbana moderna. Pero existen unas instituciones que, con todas sus
inconveniencias, funcionan, hacen presencia y al final, incluso a
regañadientes, cumplen.
Unas semanas
atrás, mientras conversábamos con un concejal de un municipio del occidente de
Antioquia, le preguntamos por sus contactos con los gobiernos centrales (es
decir, Medellín y Bogotá). El viejo político se río “¿Quiénes? No los conozco”
respondió con ironía, antes de añadir: “por acá no viene nadie…”.
En efecto,
existe una simple desigualdad presupuestal en término subregionales en
Antioquia. Así, mientras Medellín cuenta con algo cercano a 1.570.000 pesos por
habitante para la vigencia 2013, el municipio de Mutatá cuenta con algo menos
de la mitad (unos 700.000 pesos) y el municipio de El Bagre con solo 530.000
pesos. Pero el asunto no solamente es de recursos, sino de gestión. De acuerdo
al índice de desempeño integral del DNP, aproximadamente el 77% de los
municipios colombianos tienen un desempeño por debajo del puntaje medio deseado
(García y
Espinosa, 2011). De igual manera, según
el DANE, mientras el 12,35% de los habitantes de Medellín cuentan con
Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI)[1],
en Santafé de Antioquia el 44,1%, en Buriticá el 70,3%, en Dabeiba el 66,5, en
Segovia el 44,5%, en Mutatá el 60,8%, en El Bagre el 50,8% y en Turbo el 67,4%.
Antioquia
(aunque también Colombia) no puede seguir ignorando las brechas enormes que
separan a sus centros de poder de sus periferias, cerrarlas constituye sin duda
el mayor desafío actual a su desarrollo como región y es un objetivo obvio de
cualquier justicia que queramos construir entre los antioqueños.
*Nombres
cambiados
[1] “La metodología de NBI busca determinar, con ayuda de algunos
indicadores simples, si las necesidades básicas de la población se encuentran
cubiertas. Los grupos que no alcancen un umbral mínimo fijado, son clasificados
como pobres. Los indicadores simples seleccionados, son: Viviendas inadecuadas,
Viviendas con hacinamiento crítico, Viviendas con servicios inadecuados,
Viviendas con alta dependencia económica, Viviendas con niños en edad escolar
que no asisten a la escuela” (DNP).
jueves, 17 de octubre de 2013
Innovación criminal (Versión extensa)
Esta es la versión extensa de mi columna, publicada el 17 de octubre de 2013 en Catalejo del periódico El Colombiano.
Por Santiago Silva
Jaramillo
Cambiante como
siempre, la violencia en Colombia se sigue aprovechando de los viejos vicios
para encontrar nuevos
espacios e innovar en sus formas de sobrevivir, expandirse y fortalecerse.
Ese tirano
del que varias veces he hablado en esta columna, el miedo y la arbitrariedad de
quienes lo utilizan como arma; la fuente del poder de los bandidos que someten
a diario las calles de las ciudades y pueblos de nuestro país.
La primera señal de
esta mutación es la ausencia completa de cualquier residuo ideológico; a las
nuevas bandas poco les importan los fines políticos, aunque tengan una
necesidad de cooptar los medios. De hecho, aunque entienden lo valioso que
puede ser controlar algunos sectores políticos (incluso algunos sociales) en
sus centros de operación, lejos están los tiempos en los que esta captura
buscaba cambios sobre la estructura de las cosas públicas.
El más reciente y
preocupante ejemplo es la captura
del gobernador de la Guajira, Juan Francisco Gómez. El líder político es acusado de haber
mantenido vínculos con los grupos de autodefensa y luego con las bandas
criminales, además de supuestamente participar en la ejecución de tres
homicidios de rivales y viejos aliados políticos de la región.
Según lo han
reportado varios medios de comunicación (y en parte evidenció la oposición de
la clientela política de Gómez a su captura), el gobernador guajiro mantiene un
férreo control sobre las dinámicas políticas y sociales de amplios territorios
en el norte del país.
Por otro lado,
desde julio
de este año, según InSight Crime,
las dos grandes estructuras criminales de Medellín, “los urabeños” y “la
oficina de Envigado”, alcanzaron un acuerdo que busca regular sus conflictos
económicos y de control de los combos en la ciudad. El pacto sería el principal
responsable de la reciente reducción en los homicidios. En efecto, la Alcaldía
de Medellín reportó
que los homicidios se habían reducido en un 13,4% en agosto en comparación con
datos del año pasado.
Los últimos años
nos han mostrado cómo los criminales entienden que la violencia es mal negocio,
que contratar sicarios, comprar armas y munición y sostener enfrentamientos son
gastos de operación que mejor valdría evitar.
Nos enfrentamos
entonces a una mafia
con el poder militar de un grupo paramilitar, los recursos de uno
narcotraficante y la intención de ocultamiento de las mafias tradicionales. En
términos de innovación criminal, nos parecemos estar poniendo de nuevo a la
vanguardia.
Así, los pactos, la
cooptación política y las hegemonías criminales pueden llevar a una reducción
de la violencia homicida, pero fenómenos como la extorsión, el desplazamiento
forzado y la protección violenta tienden a empeorar. Al final, los
ciudadanos terminamos cambiando los muertos por nuestras libertades.
Y aunque pareciera,
esto no es un buen negocio, pues el intercambio no debería ser una opción
social o éticamente válida para ninguno de nosotros.
INNOVACIÓN CRIMINAL - El Colombiano
INNOVACIÓN CRIMINAL - El Colombiano
Cambiante como siempre, la violencia en Colombia se sigue aprovechando de los viejos vicios para encontrar nuevos espacios e innovar en sus formas de sobrevivir, expandirse y fortalecerse. Ese tirano del que varias veces he hablado en esta columna: el miedo, y la arbitrariedad de quienes lo utilizan como arma; la fuente del poder de los bandidos que someten a diario las calles de las ciudades y pueblos de nuestro país.
viernes, 11 de octubre de 2013
Hagamos respetar nuestro voto (Versión extensa)
Esta es la versión extensa de mi columna del 10 de octubre de 2013, publicada en Catalejo del periódico El Colombiano.
"Nadie es más apto para el gobierno"
-Lord
Acton
Por Santiago
Silva Jaramillo
Nuestro voto no
puede ser una inconveniencia ambiental; las elecciones no pueden seguir siendo
un trámite molesto que los políticos pasan cada cuatro años para seguir en el
poder, para continuar su depredación o su torpeza.
Votar
irresponsablemente es validar esa percepción perversa de quienes nos gobiernan,
ya estamos tarde de empezar a hacer valer esos derechos políticos, de exigir
responsabilidad y juicio por nuestros votos o, si ambos elementos parecen
ausentes de las fotos y los logos en los tarjetones, depositarlos por la más
democrática de las opciones electorales actuales: el voto
en blanco.
Hace dos
semanas, escribía en esta columna sobre la farsa de “renovación”
política que están prometiendo los partidos políticos colombianos para las elecciones de 2014.
Me sorprendió la respuesta de las personas, que en los comentarios y en redes
sociales retomaron la discusión alrededor de la idea de votar en blanco.
En efecto, el
debate sobre lo atractivo de esta opción ya empieza a sonar en las columnas
de opinión y a escucharse en las calles; los colombianos se ven realmente
desconcertados con las actuales circunstancias políticas y buscan alternativas.
Porque, ante las
perspectivas de una competencia “Santos Vs. Santos” a la presidencia y entre
Unidad Nacional y Uribismo al Congreso, algunos políticos se han estado
moviendo para configurar esa esperada alternativa, esa supuesta tercería.
Pero y ¿qué
esperamos de la famosa “tercería”?
¿Otro insulso proyecto político de centro, tan preocupado por no alinearse con
nadie que no termina pareciendo nada? ¿O una propuesta trasnochada de
izquierda, tan torpe que confirma todos los estereotipos? No, los movimientos
de los que “no están con nadie” no traen mejores perspectivas para el panorama
político del 2014.
El voto en
blanco es una protesta en un tarjetón, es la mejor manera de decirles a
nuestros políticos que no están haciendo las cosas bien, que lo que prometen no
lo creemos y que sus picardías e ineptitud no nos representan.
Y a diferencia
de lo que mucho sostienen, no es botar el voto. Esa es precisamente la
mentalidad que nos ha mantenido a merced de los politiqueros, los torpes y los
corruptos, pensar que la urgencia supera la importancia y que a falta de buenas
opciones es preferible el “menos peor”. Mejor votar en blanco, que sepan ellos,
por fin, que gobernarnos no puede, ni debe, ser tan fácil.
@santiagosilvaj
jueves, 3 de octubre de 2013
Transparencia y autocontrol… (Versión extensa)
Esta es la versión extensa de mi columna del 03 de octubre de 2013, publicada en "Catalejo" del periódico El Colombia.
Por Santiago Silva Jaramillo
Desde hace algunas semanas, se
transmite por los canales regionales de Antioquia y algunas emisoras de radio
del departamento la campaña de medios “Transparencia y autocontrol” autorizada
por la Secretaría de Evaluación y Control de la Alcaldía de Medellín.
El video, que muchos conocimos
por su difusión en redes sociales, y que pueden verlo en este enlace http://goo.gl/vN8bpw, muestra a varios funcionarios cantando y
bailando al son de una pegajosa canción sobre la importancia de la
“transparencia y el autocontrol” en la gestión pública.
En respuesta a un derecho de
petición presentado el pasado 2 de septiembre (Número de radicado 201300443495),
la Alcaldía me informa que la producción de la cuña de la campaña tuvo un costo
de $1.724.192 pesos y los espacios en medios, de $107.024.671 pesos a la fecha.
Aunque la cantidad de dinero
utilizado pueda palidecer ante otras inversiones del municipio, resulta un
completo exceso respecto a lo que pretende y puede lograr. Incluso en la
concepción más inocente de la apuesta por la prevención pedagógica, ni ese
video, ni esa canción suponen un compromiso serio por incentivar mejores
prácticas en los funcionarios y la administración pública.
La única manera en la que el
video podría resultar disuasivo para que los funcionarios no violaran sus
deberes posicionales sería bajo la amenaza de aparecer bailando en una segunda
versión.
Pero esta despreocupación por contar
con un esfuerzo serio y comprometido por la transparencia pública resulta
todavía más preocupante si revisamos los datos de percepción y confianza de las
autoridades locales de Medellín.
En efecto, según Medellín Cómo
Vamos, la percepción positiva de la Alcaldía, que en 2008 se encontraba en el
76%, en 2012 fue del 23%. Una reducción preocupante, pero no la única. De
acuerdo a la Encuesta de Cultura Ciudadana, en 2011 solo el 15% de las personas
confiaban en los funcionarios públicos y apenas el 13% en los políticos.
Peor aún, la percepción de
corrupción de los medellinenses también ha declinado en los últimos años: el
77% de los encuestados consideraban que “más de la mitad de los funcionario
públicos son corruptos” y el 55% que “más de la mitad de los ciudadanos son
corruptos” en el año 2009. Esas percepciones se han incrementado al 81% y 67%
respectivamente, en 2011, de acuerdo a la Encuesta de Cultura Ciudadana.
De la confianza que las personas
tienen en sus instituciones y en sus funcionarios públicos depende en gran
medida la efectividad y aceptación de las políticas públicas, del ejercicio del
gobierno.
La transparencia debería ser un
objetivo social serio y exigir un compromiso real e irrestricto por parte de
las autoridades locales. Esta apuesta –tan difícil de apoyar por la mayoría de
políticos- pierde fuerza cuando se toma con irresponsabilidad, entre bailes,
canciones y millones de pesos desperdiciados en pauta publicitaria.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)