viernes, 3 de mayo de 2013

De tristezas futuras (Versión extensa)

Esta es la versión extensa de mi columna publicada el 02 de mayo de 2013, en 'Catalejo' del periódico El Colombiano.

Por Santiago Silva Jaramillo

La semana pasada la Policía Nacional dio de baja a alias “Negro Sarley”, jefe de la banda criminal de “los Urabeños” en el norte de Antioquia y Córdoba y segundo de toda la organización. La operación es un recordatorio de que, incluso con la negociación con las Farc en La Habana, la paz sigue estando muy lejos de las realidades nacionales.

El presidente Santos reconoció este desafío al referirse a la baja del jefe mafioso; en efecto, “los Urabeños” tienen presencia en 123 municipios del país, extorsionan, ejercen control sobre las rentas e incluso se involucran en los asuntos políticos locales. No solo eso, parecen ser el único grupo armado ilegal que se ha fortalecido en los últimos años, pasando de 1.970 a 2.366 hombres en el último años, según inteligencia de la Policía.

Incluso si el proceso de La Habana con las Farc termina tan bien como sus defensores juran –y esto ya es muy discutible- la guerra en Colombia continuará; la mayor amenaza para la seguridad de los colombianos no son las guerrillas (doce años de ofensiva militar se han encargado de eso) sino el narcotráfico, representado por las famosas bacrim; ese nuevo terror que expele un hedor ya conocido, esa evolución macabra de un viejo enemigo.

En efecto, las bandas criminales son actualmente la mayor amenaza para la seguridad de los colombianos; como dijo recientemente Jordi Raich, jefe de la delegación del Comité Internacional de la Cruz Roja en Colombia, “las bandas criminales causan tantas o más muertes, amenazas, desplazamientos y desapariciones que la guerra a la que el proceso de La Habana busca poner punto final”.

El país debe replantear su estrategia contra estas organizaciones criminales; ahora que estamos a portas de un post conflicto y que las viejas herramientas, como la extradición o captura de jefes, parecen estar dejando de funcionar. Algo extrañamente indignante y sin embargo diciente se desprende de la sonrisa socarrona de alias “Fritanga” antes de ser extraditado la semana pasada a Estados Unidos: la tumba en Colombia ya no es preferible a la cárcel en el norte.

Así pues, las bacrim se constituyen en la continuación del problema de seguridad que evoluciona con tanta facilidad en Colombia. Según analistas, bandas como “los Urabeños” podrían convertirse en reclutadores de guerrilleros desmovilizados; en efecto, estarían al acecho del know how de años de traficar con drogas, extorsionar y combatir de un par de miles de futuros ex combatientes. Esta estrategia para aumentar su poder no es vieja, una parte importante de los actuales miembros de las bacrim fueron reciclados de otros grupos como las AUC, el EPL e incluso “los Rastrojos” y “los Machos”. El mismo “Negro Sarley” empezó su carrera criminal en el EPL.

Así, las cosas empeorarán un poco todavía, y sin la acción decidida del Estado a combatir las bacrim, no mejorarán en el futuro cercano.

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