Por Santiago Silva Jaramillo
La semana pasada la Policía
Nacional dio de baja a alias “Negro
Sarley”, jefe de la banda criminal de “los
Urabeños” en el norte de Antioquia y Córdoba y segundo de toda la
organización. La operación es un recordatorio de que, incluso con la
negociación con las Farc en La Habana, la paz sigue estando muy lejos de las
realidades nacionales.
El presidente
Santos reconoció este desafío al referirse a la baja del jefe mafioso; en
efecto, “los Urabeños” tienen presencia en 123 municipios del país,
extorsionan, ejercen control sobre las rentas e incluso se involucran en los
asuntos políticos locales. No solo eso, parecen ser el único grupo armado
ilegal que se ha fortalecido en los últimos años, pasando de 1.970 a 2.366
hombres en el último años, según inteligencia de la Policía.
Incluso si el proceso de La
Habana con las Farc termina tan bien como sus defensores juran –y esto ya es
muy discutible- la guerra en Colombia continuará; la mayor amenaza para la
seguridad de los colombianos no son las guerrillas (doce años de ofensiva
militar se han encargado de eso) sino el narcotráfico, representado por las
famosas bacrim; ese nuevo terror que expele un hedor ya conocido, esa evolución
macabra de un viejo enemigo.
En efecto, las bandas criminales
son actualmente la mayor amenaza para la seguridad de los colombianos; como
dijo recientemente Jordi Raich, jefe de la delegación del Comité Internacional
de la Cruz Roja en Colombia, “las bandas criminales causan tantas o más
muertes, amenazas, desplazamientos y desapariciones que la guerra a la que el
proceso de La Habana busca poner punto final”.
El país debe replantear su
estrategia contra estas organizaciones criminales; ahora que estamos a portas
de un post conflicto y que las viejas herramientas, como la extradición o
captura de jefes, parecen estar dejando de funcionar. Algo extrañamente
indignante y sin embargo diciente se desprende de la sonrisa
socarrona de alias “Fritanga” antes de ser extraditado la semana pasada a
Estados Unidos: la tumba en Colombia ya no es preferible a la cárcel en el
norte.
Así pues, las bacrim se
constituyen en la continuación del problema de seguridad que evoluciona con
tanta facilidad en Colombia. Según analistas, bandas como “los Urabeños”
podrían convertirse en reclutadores de guerrilleros desmovilizados; en efecto,
estarían al acecho del know how de
años de traficar con drogas, extorsionar y combatir de un par de miles de
futuros ex combatientes. Esta estrategia para aumentar su poder no es vieja,
una parte importante de los actuales miembros de las bacrim fueron reciclados
de otros grupos como las AUC, el EPL e incluso “los Rastrojos” y “los Machos”.
El mismo “Negro Sarley” empezó
su carrera criminal en el EPL.
Así, las cosas empeorarán un poco
todavía, y sin la acción decidida del Estado a combatir las bacrim, no
mejorarán en el futuro cercano.
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