viernes, 26 de abril de 2013

Declaración de guerra (versión extensa)


Esta es la versión extensa de mi columna del jueves 25 de abril de 2013 en 'Catalejo' del periódico El Colombiano.

Por Santiago Silva Jaramillo

A mediados del siglo XIX, el militar José Santos Gutiérrez viajó junto a una importante delegación de colombianos a adelantar estudios en “Leyes y Conocimientos generales” en Bélgica. Pero Santos Gutiérrez encontró más que educación en la ciudad de Lovaina, donde residió; se enamoró de una joven local de llamada Josefina.

Ella le correspondió y el colombiano empezó a organizar el asunto de la boda y el traslado de ambos de regreso a su patria. Pero los padres de Josefina, horrorizados por la perspectiva de que su querida hija se fuera a vivir al trópico, se opusieron rotundamente a las pretensiones del impertinente novio suramericano.

Descorazonado, Santos Gutiérrez regresó solo a Colombia poco después, al terminar sus estudios. Por entonces, los Estados Unidos de Colombia se organizaban bajo la ultra liberal constitución de Rionegro que dividía el territorio de la federación en nueve Estados con increíble independencia entre ellos y ante la unión. En efecto, José Santos Gutiérrez se convirtió en presidente del Estado de Boyacá poco después de su retorno, en el año 1863.

Aun dolido por el desplante belga, el presidente Santos Gutiérrez envió una carta en 1867 con una declaratoria de guerra al Reino de Bélgica; como presidente del Estado Soberano de Boyacá podía tomar esta decisión, pero para su suerte –y nuestra vergüenza- la declaratoria de guerra nunca llegó a destino: las propias deficiencias en el transporte y las comunicaciones de la Colombia de la época impidieron que la misiva saliera siquiera de los Andes.

¡Se salvaron los belgas!

Ahora bien, algunos historiadores han cuestionado la veracidad de la famosa guerra boyaco-belga de 1867; aunque la anécdota se haya extendido en la cultura popular, no se han encontrado registros documentales que den cuenta de la misiva o de la decisión de Santos Gutiérrez. No importa, la historia es también lo que nunca sucedió; el episodio puede no ser cierto o estar exagerado, pero hace parte de nuestra historia común, nos habla de un periodo social y político y unas personas que son colombianas en esencia.

En 1988, el embajador de Bélgica en Colombia, Willy Stevens, conoció el relato de la curiosa guerra. En una ingeniosa muestra de relaciones públicas, el embajador belga firmó un armisticio simbólico con el entonces gobernador de Boyacá el 28 de mayo de ese mismo año; media docena de embajadores belgas de la región asistieron como testigos.

La paz se firmó en Tunja, capital del departamento de Boyacá y centro de operaciones de calles empedradas de la guerra que nunca fue.

Así terminaban más de cien años de un conflicto sin hostilidades, de un capricho bélico explicado en el despecho, de otra guerra colombiana, aunque esta sin el disparo de una sola bala.

jueves, 25 de abril de 2013

DECLARACIÓN DE GUERRA - El Colombiano

DECLARACIÓN DE GUERRA - El Colombiano
A mediados del siglo XIX, el militar José Santos Gutiérrez viajó con una importante delegación de colombianos a adelantar estudios en "Leyes y conocimientos generales" en Bélgica. Pero Santos Gutiérrez encontró más que educación en la ciudad de Lovaina, donde residió; se enamoró de una joven local llamada Josefina.

lunes, 22 de abril de 2013

La mayor amenaza

La mayor amenaza (Leer completo)

El color del agua es verde esmeralda; hermoso, si no fuera porque se debe al cianuro que han vertido en el embalse. También usan mercurio, esos son los dos químicos que utilizan los mineros para separar el oro de otros minerales. El paisaje, cuando se sobrevuela las tierras del Bajo Cauca antioqueño, se encuentra salpicado de estas pequeñas lagunas al lado de los ríos, testigos multicolores del más reciente boom minero que vive la región.

viernes, 19 de abril de 2013

Desde la leal oposición (Versión extensa)


Esta es la versión extensa de mi columna publicada en 'Catalejo' de el periódico El Colombiano el pasado 19 abril 2013.

Por Santiago Silva Jaramillo

El ejercicio de la oposición es fundamental para un sistema democrático sano; los intentos de desacreditar a los opositores –por encima de sus argumentos o propuestas- representan una amenaza inadmisible para nuestro sistema político.

Tanto el presidente Juan Manuel Santos, como el ministro de Interior, Fernando Carrillo, han salido a condenar a quienes “controvertimos” sobre el proceso de negociación con las Farc; alarmados por un supuesto saboteo que a ojos de cualquier persona son simples y válidos llamados a la claridad.

Irónicamente, el mismo proceso de paz en La Habana se beneficiaría, en tanto gana legitimidad, cuando quienes tenemos serias reservas o quienes se oponen directamente a la negociación con las Farc, pueden manifestar sus críticas sin ser tachados de “enemigos de la paz”

Así, pertenezco a la leal oposición; leal con la democracia, leal con la institucionalidad; pero defiendo mi derecho, como el de todos los colombianos, a criticar y quejarme, a preguntar y exigir respuestas; siempre con respecto, pero nunca con mansedumbre; desde este espacio o en la más intransigente discusión de cafetería.

Sin embargo, al presidente Santos parece darle algo de escozor tener una oposición a su gobierno –no solo él, las ganas de unanimidad gobiernista es un viejo y perverso vicio de la política presidencial colombiana-, desde el comienzo comprometido con alcanzar “unidades nacionales” y “acuerdos sobre lo fundamental”.

El caso es que la democracia tiene un elemento bastante claro de caos; en sus discusiones y competiciones, en sus debates e incluso en sus insultos. Extrañamente, y de pronto allí reside su belleza, la democracia se fortalece cuando más opuestos están sus miembros, cuándo la competencia por llevar una idea de porvenir social se hace más encarnizada. Dentro de la civilidad, por supuesto.

Claro que existen extremos y que los colombianos solemos coquetear con ellos. La oposición implica un grado de responsabilidad; en realidad, no todo vale y ciertas reglas de juego deben mantenerse para que la polarización no degenere en violencia o ilegalidad.

Pero debemos dejar de temer en la oposición o pensar que toda discusión que nos aleja del unanimato es peligrosa ¡Al contrario! Nuestra, a veces maltrecha, democracia se beneficia enormemente porque en las calles, en los medios y en el Congreso de la República, la gente no esté, ni se ponga de acuerdo. Y el presidente bien haría en recordar y defender esto.

jueves, 18 de abril de 2013

DESDE LA LEAL OPOSICIÓN - El Colombiano

DESDE LA LEAL OPOSICIÓN - El Colombiano

El ejercicio de la oposición es fundamental para un sistema democrático sano; los intentos de desacreditar a los opositores -por encima de sus argumentos o propuestas- representan una amenaza inadmisible para nuestro sistema político.

viernes, 12 de abril de 2013

¿Cómo te estás preparando para la paz? (Versión extensa)

Esta es la versión extensa de mi columna, publicada en 'Catalejo' el 11 de abril de 2013.


Por Santiago Silva Jaramillo

Desde hace algunas semanas, la Gobernación de Antioquia ha estado impulsando una campaña que se pregunta por cómo nos estamos preparando los colombianos para la paz. Entre otras iniciativas, en algunos lugares del departamento se han ubicado grandes tableros en dónde se invita a las personas a contestar a esta pregunta.

Leer algunas de las respuestas puede ser gracioso y preocupante a partes iguales. En efecto, la mayoría de las personas se dejan llevar por un sentimentalismo desbordado o simplemente confunden la palabra “paz” con una idealización de sus propias expectativas de vida. Enmarcado en un gran corazón en marcador azul, se leen referencias a la paz de Dios y a la reelección de Santos, hablan de flores y “espadas de amor”, de música, de amar al prójimo y meditar, de soñar despiertos y combatir la ignorancia; de cuidar el medio ambiente y eliminar la pobreza, tener una economía competitiva y trabajo para todos.

Lo problemático de esto no es que las personas entiendan por “paz” algo que no necesariamente lo es, sino que empiecen a crearse expectativas sobre un futuro que no parece probable; esa brecha entre lo que se espera y lo que se consigue suele ser particularmente perjudicial en términos sociales.

El caso es que en todos estos mensajes se siente una preocupante inclinación a tener esperanzas irreales sobre el futuro del país. De igual manera, desconoce la realidad de que lo que podría esperarnos (como el presidente Santos e incluso las guerrillas han reconocido) es un escenario de post conflicto que poco o nada tendrá que ver con la idealización de muchos desprevenidos.

En efecto, un periodo de post conflicto empieza cuando se detienen las principales hostilidades entre dos enemigos. La situación resultante no es necesariamente segura. La transición para superar la violencia no pasa por un camino secuencial. Colombia, en esa tradición curiosa de romper los paradigmas para mal, vivió un post conflicto de pequeña escala con la desmovilización de las AUC. En efecto, revisar lo que sucedió entonces nos puede dar muchas pistas respecto a lo que nos espera en un supuesto post conflicto cercano.

Así pues, podemos esperar un incremento en la violencia homicida consecuencia del desorden en las estructuras armadas y la lucha por controlar las rutas de narcotráfico, la extorsión, la producción ilegal minera, entre otras economías ilegales. La desmovilización de combatientes implicará una enorme carga para los gobiernos locales; las ciudades tendrán que asumir un incremento en la inseguridad en el mediano plazo. En efecto, es para este escenario, y no la Colombia de arcoíris y unicornios en donde la moneda de cambio son los abrazos, que nos debemos estar preparando.

Pero al final, mientras no se resuelva el problema de fondo respecto a la violencia en Colombia (esto es, la presencia de competidores periféricos fuertes ante un Estado central débil) es muy improbable que aquel país que muchos soñamos, y que docenas de antioqueños han estado describiendo en los famosos tableros, sea una realidad.

Así que propongo replantear el eslogan de la campaña de la Gobernación, sin ánimo alguno de publicista, con: “Y tu ¿cómo te preparas para el post conflicto?”.

jueves, 11 de abril de 2013

CÓMO TE ESTÁS PREPARANDO PARA LA PAZ - El Colombiano

CÓMO TE ESTÁS PREPARANDO PARA LA PAZ - El Colombiano

Desde hace algunas semanas, la Gobernación de Antioquia ha estado impulsando una campaña que se pregunta por cómo nos estamos preparando los colombianos para la paz. Entre otras iniciativas, en algunos lugares del departamento se han ubicado grandes tableros en donde se invita a las personas a contestar a esta pregunta.

jueves, 4 de abril de 2013

Cortando cabezas (versión extensa)

Esta es la versión  extensa de mi columna, publicada en 'Catalejo' del periódico El Colombiano el 04 de abril de 2013.


Por Santiago Silva Jaramillo

El periodismo recurre con demasiada frecuencia e irresponsabilidad a metáforas que terminan inevitablemente como lugares comunes. La mayoría son bastante torpes, pero no la que suelen utilizar para hablar sobre la rapidez y facilidad con la que se regeneran los liderazgos de las organizaciones criminales.

De hecho, cuando solo unas horas después de una captura de un gran capo del narcotráfico o jefe guerrillero se empiece a hablar de quién lo reemplazará, lleva a los periodistas a hacer referencia a esa organización como a una Hidra. La Hidra de Lerna es una criatura mitológica, de cuerpo de lagarto y con nueve cabezas de serpiente; su habilidad para regenerar sus cabezas luego de que fueran cortadas la convierten en la metáfora perfecta para la lucha frustrante y larga en contra de las organizaciones criminales. 
 
Sin embargo, aunque es de conocimiento popular esta idea de la “Hidra criminal”, los esfuerzos policiales, militares y políticos siguen privilegiando el enfoque “descabezador”. Nuestras noticias se encuentran llenas de la captura de “segundos al mando”, la muerte de “jefes de finanzas” y la entrega de “piezas clave” de las organizaciones criminales. Nos hemos concentrado excesivamente en los famosos “objetivos de alto valor” y aunque esta sea una aproximación popular y mediática, sus efectos sobre las organizaciones criminales parecen ser, en el mejor de los casos, pasajeros.

El asunto es que en una red, todos los líderes son el número dos (o el tres o el cuatro) en la línea de sucesión; en tanto su importancia respecto a los demás es bastante similar, y su caída no implica una perdida estructural para la organización criminal y sus actividades, por lo menos no en principio. Una red es esencialmente capaz de un importante grado de auto dirección; por eso el micro tráfico, la extorsión o el sicariato no se detienen cuando se captura o da de baja a un jefe criminal.

Es por eso que cada que cortamos una cabeza, otra la reemplaza con una rapidez frustrante; nos concentramos en ocasiones en los esfuerzos efectistas de perseguir y capturar capos, cuando es la desarticulación de las fuentes de financiación y el apoyo y capital humano de la organización lo que nos debería interesar atacar.

Otro asunto controversial y potencialmente perjudicial de este enfoque es que lleva a la organización a adaptarse a una nueva realidad, generando inestabilidad interna y externa y cambiando radicalmente el panorama de la inteligencia y conocimiento que se tiene de la red. En efecto, con nuevos liderazgos llegan nuevas realidades, lo que puede echar en balde los avances que se puedan tener en tipificar e identificar a los miembros y las actividades de la organización.

Es de esta forma que deberían premiarse enfoques que se concentren en atacar las finanzas y las estructuras de las redes criminales. Así, destinar mayores recursos, pero particularmente mayor peso político y apoyo institucional, a la investigación y judicialización. La fuente vital de las redes criminales sale de sus bolsillos y sus hombres; es allí en dónde se cauteriza la herida, para que la cabeza no reaparezca.

Todo lo anterior no busca, ni mucho menos, proponer que se deje de perseguir a los cabecillas, solo que no se convierta esta, por política y presión mediática, en la única apuesta de la política criminal.

Al final, Hércules, que venció a la Hidra de Lerna en el décimo de sus Doce Trabajos, lo logró cuando comprendió que debía cauterizar las heridas de las cabezas que cortaba, no dejar de cortarlas. Así, no debemos dejar de atacar a los jefes de las organizaciones criminales, solo entender que eso no será suficiente para acabar con el monstruo.

CORTANDO CABEZAS - El Colombiano

CORTANDO CABEZAS - El Colombiano

Solo unas horas después de una captura de un gran capo del narcotráfico o jefe guerrillero se empieza a hablar de quién lo reemplazará y los periodistas hacen referencia a esa organización como a una hidra.