Por Santiago Silva Jaramillo
En los últimos años, Medellín ha
incrementado la cobertura en educación exponencialmente. En efecto, las tasas
superan el cien
por ciento desde 2008. Este logro no es menor, resulta sorprendente que en una
ciudad con tantos desafíos un compromiso con la educación haya llevado a
conseguir tan buenos resultados.
La apuesta de las últimas
administraciones locales por la educación ha sido muy clara, incluso ha
comprometido una gran cantidad de recursos. Según datos del Observatorio de
Políticas Públicas del Concejo de Medellín, este año la Secretaría de Educación
ejecutó 592.801 millones de pesos, el doble que la Secretaría de Hacienda, el
triple que la Secretaría de Salud y diez veces que la Secretaría de Gobierno.
Esto supone la continuación de la
apuesta por la educación de las dos administraciones pasadas. De acuerdo con
Medellín Cómo Vamos, el 25% del total de recursos ejecutados del Plan de
Desarrollo 2008-2011 se destinó a la educación. En términos de cobertura e
infraestructura ha representado una revolución, pero en el asunto de la calidad
ha estado lleno de decepciones.
Esta semana la Revista Dinero
presentó su Ranking
de los mejores colegios del país, elaborado en base a los resultados de las
pruebas Saber. Dentro de los primeros cien colegios públicos no se encuentra ninguno
de la ciudad y mientras la larga lista de más de doce mil instituciones se lee
en detalle, el desempeño de Medellín es, en el mejor de los casos, mediocre.
El asunto es que la cobertura
requiere recursos, pero la calidad exige buen gobierno. Los resultados de los
colegios públicos de la ciudad en las pruebas nacionales del Estado deben ser
una llamada de atención para la administración local ¿a dónde irán los 3
billones de pesos presupuestados para este cuatrienio por el actual Plan de
Desarrollo para educación?
La incomoda verdad del tema es
que la cobertura es pertinente si se mira desde un enfoque de equidad, pero
solo la calidad garantiza desarrollo económico, mejora de oportunidades y
perspectivas innovadoras y competitivas.
Por supuesto que la cobertura es
un primer paso fundamental y ha representado un esfuerzo y compromiso público
sin precedentes en la ciudad, pero sin calidad, los resultados obtenidos por
semejante inversión seguirán siendo bastante modestos.
Al fin de cuentas, si se cuenta con el dinero (y Medellín lo
hace), construir colegios y acondicionarlos es bastante sencillo. Mejorar la
calidad de la educación que se imparte en ellos es otro asunto, uno que
requiere de intervenciones integrales, de que la Secretaría de Educación y las
autoridades de cada colegio se comprometan con calificar los procesos dentro de
las instituciones. Y con que los profesores construyan currículos rigurosos y
tengan un desempeño que pueda medirse y evaluarse. El compromiso con la
excelencia debe ser de todos los involucrados en la gestión de la educación de
la ciudad.