Por Santiago Silva
Jaramillo
Luego del anuncio
por parte del Gobierno Nacional y de las Farc del primer acuerdo de la agenda
de negociación de La Habana, se ha discutido en radio, televisión, periódicos y
cafeterías las perspectivas reales de alcanzar la paz con este grupo.
El caso es que incluso
más que el escepticismo, el sentimiento que parece rodear a los colombianos
frente al proceso es el de la resignación. En efecto, las calles parecen contradecir el entusiasmo
ciudadano que el Gobierno y las Farc quieren y las encuestas desestiman la reticencia
que la oposición uribista señala.
Supongo que la
actitud de la mayoría de los colombianos (muchos de los cuales dicen apoyar el
proceso cuando los llaman de Ipsos o Gallup a las diez de la mañana de un
miércoles) es de resignada y predeterminada ignorancia; asumen lo que pasa en
La Habana como una necesidad incómoda, como ir al odontólogo o quitarse una
curita. “Hay que hacerlo” le escucho a algún desprevenido; se encogen de
hombros por puro cansancio, se ilusionan por la posibilidad de despertar de
esta pesadilla.
Lo que digo puede
validarse en la falta de muestras de entusiasmo por parte de la mayoría de los
colombianos frente al proceso; de una manera extraña, la negociación se ha
convertido para muchos en una especie de trámite que tenemos que cumplir, pero
por el que tampoco hay una obstrucción generalizada.
Me gustaría pensar
que esta falta de entusiasmo, pero también de oposición, se explica en parte en
que las Farc son una vergonzosa etapa de la historia que todos queremos dejar
atrás y que de una manera extraña; esperamos que el proceso acabe con el
problema; queremos comer la salchicha sin saber cómo la hacen.
Por eso, tenemos
preguntas fundamentales que parecen solo trasnochar a algunos columnistas y
opositores del proceso, como: ¿Tienen las Farc alguna legitimidad
para dictar las políticas
de Estado? ¿Puede el país resistir un acuerdo con los grados de impunidad
que se intuyen en el Marco Legal para la Paz? ¿Cuál será el papel del
narcotráfico en una guerrilla desmovilizada y metida en política? ¿Estamos
asumiendo el riesgo
de que la mayoría de la estructura armada de las Farc se dedique exclusivamente
al crimen organizado?
Ni alegría, ni
tristeza; ni apoyo, ni oposición; por lo que veo (y esta puede bien ser una
observación desprevenida) Colombia solo se encoge de hombros frente al proceso
de negociación.
Resulta esencial
que recordemos que aunque incómodo, el proceso puede determinar aspectos muy
importantes del futuro político del país. Los colombianos no nos podemos dar el
lujo de ser apáticos de nuevo y mucho menos en este tema. Sí, del interés,
tanto en oposición y crítica, como en apoyo y entusiasmo que despleguemos,
dependerá el carácter del acuerdo que se alcance al final y sus beneficios para
Colombia.