viernes, 31 de mayo de 2013

Encogerse de hombros ante la negociación (Versión extensa)

Por Santiago Silva Jaramillo

Luego del anuncio por parte del Gobierno Nacional y de las Farc del primer acuerdo de la agenda de negociación de La Habana, se ha discutido en radio, televisión, periódicos y cafeterías las perspectivas reales de alcanzar la paz con este grupo.

El caso es que incluso más que el escepticismo, el sentimiento que parece rodear a los colombianos frente al proceso es el de la resignación. En efecto,  las calles parecen contradecir el entusiasmo ciudadano que el Gobierno y las Farc quieren y las encuestas desestiman la reticencia que la oposición uribista señala.

Supongo que la actitud de la mayoría de los colombianos (muchos de los cuales dicen apoyar el proceso cuando los llaman de Ipsos o Gallup a las diez de la mañana de un miércoles) es de resignada y predeterminada ignorancia; asumen lo que pasa en La Habana como una necesidad incómoda, como ir al odontólogo o quitarse una curita. “Hay que hacerlo” le escucho a algún desprevenido; se encogen de hombros por puro cansancio, se ilusionan por la posibilidad de despertar de esta pesadilla.

Lo que digo puede validarse en la falta de muestras de entusiasmo por parte de la mayoría de los colombianos frente al proceso; de una manera extraña, la negociación se ha convertido para muchos en una especie de trámite que tenemos que cumplir, pero por el que tampoco hay una obstrucción generalizada.

Me gustaría pensar que esta falta de entusiasmo, pero también de oposición, se explica en parte en que las Farc son una vergonzosa etapa de la historia que todos queremos dejar atrás y que de una manera extraña; esperamos que el proceso acabe con el problema; queremos comer la salchicha sin saber cómo la hacen.

Por eso, tenemos preguntas fundamentales que parecen solo trasnochar a algunos columnistas y opositores del proceso, como: ¿Tienen las Farc alguna legitimidad para dictar las políticas de Estado? ¿Puede el país resistir un acuerdo con los grados de impunidad que se intuyen en el Marco Legal para la Paz? ¿Cuál será el papel del narcotráfico en una guerrilla desmovilizada y metida en política? ¿Estamos asumiendo el riesgo de que la mayoría de la estructura armada de las Farc se dedique exclusivamente al crimen organizado?

Ni alegría, ni tristeza; ni apoyo, ni oposición; por lo que veo (y esta puede bien ser una observación desprevenida) Colombia solo se encoge de hombros frente al proceso de negociación.

Resulta esencial que recordemos que aunque incómodo, el proceso puede determinar aspectos muy importantes del futuro político del país. Los colombianos no nos podemos dar el lujo de ser apáticos de nuevo y mucho menos en este tema. Sí, del interés, tanto en oposición y crítica, como en apoyo y entusiasmo que despleguemos, dependerá el carácter del acuerdo que se alcance al final y sus beneficios para Colombia.

jueves, 30 de mayo de 2013

ENCOGERSE DE HOMBROS ANTE LA NEGOCIACIÓN - El Colombiano

ENCOGERSE DE HOMBROS ANTE LA NEGOCIACIÓN - El Colombiano

Luego del anuncio por parte del Gobierno Nacional y de las Farc del primer acuerdo de la agenda de negociación de La Habana, se ha discutido en radio, televisión, periódicos y cafeterías, las perspectivas reales de alcanzar la paz con este grupo.

sábado, 25 de mayo de 2013

Elogio al político aburrido (Versión extensa)

Esta es la versión extensa de mi columna, publicada en 'Catalejo' del periódico El Colombiano el 23 de mayo de 2013.

Por Santiago Silva Jaramillo

Nos acostumbramos al político entretenido, al que grita y genera controversia, al que pelea e insulta a sus contrincantes, al que se queda en la forma a falta de mostrar algo de fondo. En fin, al “showman” por sobre el estadista; al divertido por encima del responsable.

La semana pasada, Santos viajó con una nutrida delegación de unos sesenta lagartos al Vaticano. La ceremonia de canonización de Laura Montoya se convirtió en el evento politiquero del año. Por no nombrar el incómodo e impopular problema de pagar con recursos públicos el viaje de funcionarios de un Estado laico a una ceremonia religiosa. 

Pero el presidente de la república no es, ni mucho menos, el único personaje político que premia la forma sobre la sustancia. Desde hace algunos días, Francisco Santos ha estado adelantando su campaña política a punta de generar polémica. Pero lo ingenioso no le quita lo efectista. De hecho, aunque muchos podemos citar de memoria el mensaje que acompaña las vallas en contra de la negociación con las Farc en La Habana, no tenemos ni idea de cuál es la propuesta del otro Santos para abordar el proceso con la guerrilla.


De nuevo, más show, más pantalla, puro entretenimiento. Se les olvidó que el ganador no puede ser el que más grite, o el que más lo entrevisten, menos el que pague más pauta publicitaria.


Chávez tenía su "Aló presidente", Uribe sus consejos comunitarios, Santos sus acuerdos por la prosperidad. Además de entrevistas y notas, declaraciones y discursos, peleas e inauguraciones.


Por supuesto que entiendo lo inocente de esto que escribo. Los medios masivos de comunicación han obligado a los políticos a tener un compromiso con el entretenimiento de la gente. Pero estoy convencido del valor de la seriedad y la prudencia como asuntos cardinales en la política responsable.


Porque estoy convenido que se puede hacer esa clase de política. Sin tener que decir  que un apocalipsis espera al país en cada esquina cuando un contrincante gobierna, ni prometer un paraíso luego de ganar el poder. Tampoco tiene que ser necesario manejar bien las cámaras o coger bien el micrófono, menos aún saber llamar la atención de los medios para replicarle al rival de siempre en esa pelea eterna de la que la mayoría ni nos acordamos porqué empezó.

Porque creo que es preferible el político prudente sobre el lanzado, el silencioso sobre el vociferante; el prudente sobre el arrojado. En fin, el que gobierna en vez de ser entretenido. Esta es una defensa desesperada –como tantas otras- del político aburrido.



Sí, es claro que de quienes nos gobiernan –o esperan hacerlo- son pocos los que califican para lo que digo. Aun así, creo que siempre podremos exigirles: “Señor político, abúrrame, pero gobierne bien”.

jueves, 16 de mayo de 2013

Desconectados (Versión extensa)


Esta es la versión extensa de mi columna en Catalejo del periódico El Colombiano del 16 de mayo de 2013.

Por Santiago Silva Jaramillo

Nadie discute la importancia de la academia en los debates sobre problemas públicos de una sociedad. Pero en ocasiones, la desconexión entre academia y realidad puede ser tal que lo que se habla en universidades y centros de pensamiento, foros y conferencias, resulta inapropiado o inocente para atender los problemas ciudadanos.

Anteriormente, he mencionado en esta columna el problema de la dificultad de diseñar políticas efectivas para problemas tan complejos como la seguridad ciudadana. En efecto, en muchas ocasiones los gobiernos y las sociedades parecen probar con muchas recetas fallidas antes de dar con alguna que les reporte algún tipo de resultado positivo. Justamente, es en el abanico de recetas, lo que podemos llamar “alternativas de solución”, que juegan un papel fundamental los aportes que se dan desde la academia.

Recientemente, pude atender a un encuentro de expertos sobre economía criminal en Medellín. La mayoría de la audiencia pertenecía a la academia, pero algunos funcionarios de la administración local asistieron también. Sin embargo, las ponencias fueron una seguidilla de análisis inocentes sobre realidades ajenas. Sí, algunos de los participantes eran extranjeros, pero incluso un mexicano parecía estudiar las realidades políticas de Monterrey como si se tratara de una municipalidad en un fiordo noruego.

Al finalizar el foro hablé con uno de los funcionarios del gobierno de Medellín que asistió al evento. En efecto, me dijo que la mayoría de los académicos que estudian el tema de seguridad parecen hablar desde Suiza y luego, a la hora de las discusiones sobre sus propuestas, se quedan estancados en la validez de los modelos econométricos de sus investigaciones.

Al final, estos espacios se terminan convirtiendo en debates de economistas con economistas sobre modelos econométricos. Y los funcionarios públicos (quienes llevan a sus espaldas la carga de tomar las decisiones en el mundo real) solo pueden retorcerse en sus sillas frustrados, mientras intentan encontrar alguna pista sobre cómo aplicar las desconectadas propuestas teóricas de los académicos en el diseño de sus intervenciones y políticas.

Y todo esto va a que mientras compartía con la tropa de académicos en el foro, tomábamos tinto y discutíamos sobre bases de datos, unas sesenta familias eran desplazadas del barrio La Loma por las amenazas de un grupo armado que buscaba castigarlos luego de la muerte de algunos de sus integrantes a manos de una banda enemiga.

La administración municipal, debatiéndose entre lo que tiene y lo que puede hacer, entre lo que sabe y lo que tiene que suponer, terminó abdicando y ayudando a trastear a los desplazados. De pronto en ese momento, un concejo realista o un estudio juicioso desde la academia hubiera podido darle mejores opciones al funcionario que tomó esa decisión; lástima que la realidad sea tan difícil de poner en un modelo econométrico.

DESCONECTADOS - El Colombiano

DESCONECTADOS - El Colombiano

Nadie discute la importancia de la academia en los debates sobre problemas públicos de una sociedad. Pero en ocasiones, la desconexión entre academia y realidad puede ser tal que lo que se habla en las universidades resulta inapropiado o inocente para atender los problemas ciudadanos.

viernes, 10 de mayo de 2013

El hombre indispensable (Versión extensa)


Esta es la versión extensa de mi columna publicada el 09 de mayo de 2013 en 'Catalejo' el periódico El Colombiano

Por Santiago Silva Jaramillo

“No puedo pensar que De Gaulle sea Francia, y menos aún que lo sean Darlan o Vichy. Francia es algo más grande, más complejo, más formidable que cualquiera de esas manifestaciones sectoriales”

–Winston Churchill

Lo cierto es que Colombia no es ni Santos, ni Uribe; ni Vargas Lleras, ni Pachito; no es un hombre, mucho menos un apellido. Personalizarla es condenarla al destino de estas personas y simplificarla en un grado injusto.

Es idea mesiánica de que alguien nos salvará de todas nuestras tragedias es terriblemente dañina para nuestra democracia. Nos vuelve dependientes de individuos e incluso nos puede hacer vulnerables al autoritarismo.

Esta idea de la infalibilidad (o de la completa ineptitud) de nuestros políticos que rodea a la discusión pública en Colombia esconde algo todavía más complejo: la dependencia en los liderazgos individuales, sobre todo los viejos, los tradicionales, los que siempre nos han terminado decepcionando.

De igual manera, solemos exagerar el impacto real que tienen los líderes políticos e incluso los gobiernos en la solución de los problemas públicos. El caso es que la indispensabilidad de quienes nos mandan resulta claramente dudosa.

La verdad es que ninguno de ellos tiene esa receta mágica, ni por sus planes, ni por sus dotes y mucho menos escrita en la palma de la mano, susurrada por la divinidad. Son personitas, como usted o como yo, tan débiles o fuertes como les permitan las circunstancias; y por eso resulta tan inconveniente unir el destino del país a ellos.

Porque nuestro futuro no está (¡no puede estarlo!) determinado, amarrado irremediablemente al futuro de nuestros líderes, por bueno o malos que sean, por estadistas o bandidos que resulten siendo.

Aun así, pareciera como si siguiéramos buscando a los “padres de la patria”, a los salvadores y mesías, a los “hombres esenciales”. La sociedad y la política colombianas son demasiado complejas como para pretender que un solo hombre, por importante o poderoso que sea, puede determinarlas, marcando un rumbo por si solo, torciendo todas las tendencias a su favor o moviendo todos los hilos en su dirección.

Así que no, el país no se tambalea, ni se cae a pedazos cuando Pastrana ataca a Santos porque Santos atacó a Uribe, porque Uribe atacó a Santos porque… ninguno de ellos siquiera recuerda cómo empezó toda la pelea. La curiosa realidad es que, incluso cuando gastamos tanta tinta y video hablando sobre ellos, no son tan importantes; su poder es una sombra sobre el resto de la sociedad colombiana.

Porque al final, lo que nos podría salvar como país es entender que el hombre indispensable es ninguno.

jueves, 9 de mayo de 2013

EL HOMBRE INDISPENSABLE - El Colombiano

EL HOMBRE INDISPENSABLE - El Colombiano

Lo cierto es que Colombia no es ni Santos, ni Uribe; ni Vargas Lleras, ni Pachito; no es un hombre, mucho menos un apellido. Personalizarla es condenarla al destino de estas personas y simplificarla en un grado injusto. 

viernes, 3 de mayo de 2013

De tristezas futuras (Versión extensa)

Esta es la versión extensa de mi columna publicada el 02 de mayo de 2013, en 'Catalejo' del periódico El Colombiano.

Por Santiago Silva Jaramillo

La semana pasada la Policía Nacional dio de baja a alias “Negro Sarley”, jefe de la banda criminal de “los Urabeños” en el norte de Antioquia y Córdoba y segundo de toda la organización. La operación es un recordatorio de que, incluso con la negociación con las Farc en La Habana, la paz sigue estando muy lejos de las realidades nacionales.

El presidente Santos reconoció este desafío al referirse a la baja del jefe mafioso; en efecto, “los Urabeños” tienen presencia en 123 municipios del país, extorsionan, ejercen control sobre las rentas e incluso se involucran en los asuntos políticos locales. No solo eso, parecen ser el único grupo armado ilegal que se ha fortalecido en los últimos años, pasando de 1.970 a 2.366 hombres en el último años, según inteligencia de la Policía.

Incluso si el proceso de La Habana con las Farc termina tan bien como sus defensores juran –y esto ya es muy discutible- la guerra en Colombia continuará; la mayor amenaza para la seguridad de los colombianos no son las guerrillas (doce años de ofensiva militar se han encargado de eso) sino el narcotráfico, representado por las famosas bacrim; ese nuevo terror que expele un hedor ya conocido, esa evolución macabra de un viejo enemigo.

En efecto, las bandas criminales son actualmente la mayor amenaza para la seguridad de los colombianos; como dijo recientemente Jordi Raich, jefe de la delegación del Comité Internacional de la Cruz Roja en Colombia, “las bandas criminales causan tantas o más muertes, amenazas, desplazamientos y desapariciones que la guerra a la que el proceso de La Habana busca poner punto final”.

El país debe replantear su estrategia contra estas organizaciones criminales; ahora que estamos a portas de un post conflicto y que las viejas herramientas, como la extradición o captura de jefes, parecen estar dejando de funcionar. Algo extrañamente indignante y sin embargo diciente se desprende de la sonrisa socarrona de alias “Fritanga” antes de ser extraditado la semana pasada a Estados Unidos: la tumba en Colombia ya no es preferible a la cárcel en el norte.

Así pues, las bacrim se constituyen en la continuación del problema de seguridad que evoluciona con tanta facilidad en Colombia. Según analistas, bandas como “los Urabeños” podrían convertirse en reclutadores de guerrilleros desmovilizados; en efecto, estarían al acecho del know how de años de traficar con drogas, extorsionar y combatir de un par de miles de futuros ex combatientes. Esta estrategia para aumentar su poder no es vieja, una parte importante de los actuales miembros de las bacrim fueron reciclados de otros grupos como las AUC, el EPL e incluso “los Rastrojos” y “los Machos”. El mismo “Negro Sarley” empezó su carrera criminal en el EPL.

Así, las cosas empeorarán un poco todavía, y sin la acción decidida del Estado a combatir las bacrim, no mejorarán en el futuro cercano.

jueves, 2 de mayo de 2013

DE TRISTEZAS FUTURAS - El Colombiano

DE TRISTEZAS FUTURAS - El Colombiano

La semana pasada la Policía Nacional dio de baja a alias "Negro Sarley", jefe de la banda criminal de los "Urabeños" en el Norte de Antioquia y Córdoba. La operación es un recordatorio de que, incluso con la negociación con las Farc en La Habana, la paz sigue estando muy lejos de las realidades nacionales.