viernes, 15 de febrero de 2013

Disparos en la oscuridad (versión extensa)

Esta es la versión extensa de mi columna publicada en el periódico El Colombiano el 14 de febrero de 2013.


Por Santiago Silva Jaramillo

Estudios recientes en algunas ciudades de Estados Unidos han demostrado que, en el mejor de los casos, no estamos muy seguros de qué políticas son más efectivas para combatir el crimen y la violencia urbana. Esta es una conclusión frustrante para países como Colombia y ciudades como Medellín, que enfrentan enormes desafíos en términos de seguridad.

“El Alcalde tiene la culpa”, se oye en una conversación casual de cafetería, “la Policía no hace suficiente”, sentencia un segundo comensal. Son declaraciones bien conocidas, incluso compartidas por la mayoría de los ciudadanos de Medellín. La inseguridad es uno de nuestros peores problemas públicos; una carga enorme que hemos tenido que llevar a cuestas por demasiado tiempo y que aunque en ocasiones se haga más ligera, nunca nos abandona del todo.

Por eso es entendible la frustración ciudadana cuando los resultados no parecen ajustarse a los enormes esfuerzos y cuando las políticas de las autoridades locales y nacionales parecen palidecer ante el firme accionar de los grupos delincuenciales.

Según los hallazgos de la investigación conducida por el sociólogo de la Universidad de Nueva York, David Greenberg, la reducción histórica del crimen en su ciudad no se dio por publicitadas estrategias policiales como “ventanas rotas”, los sistemas de mapeo o el aumento de las cámaras de seguridad.

De hecho, Greenberg reconoce que las mejorías en seguridad de la mayoría de las ciudades estadounidenses es inexplicable; en tanto establecer una relación causa-efecto entre políticas y estrategias de policía y la reducción del crimen en los últimos veinte años no ha sido posible.

Algo similar sucedió en Medellín entre 2003 y 2007, cuando la ciudad alcanzó la tasa de homicidios más baja de sus últimos 20 años. Las políticas del gobierno nacional y del local seguro ayudaron, pero la dramática caída en la violencia de la ciudad tuvo mucho más que ver con las mismas dinámicas de los grupos criminales que con las acciones estatales. En efecto, en muchas ocasiones, los indicadores criminales se mueven por una lógica que supera la intervención del Estado.

Esto no quiere decir, ni mucho menos, que dejemos de exigir resultados de las autoridades, pero sobretodo, que éstas dejen de intentar nuevas aproximaciones e insistir en las que ya se están aplicando. En esencia, la lección principal de estos estudios es que la seguridad es un asunto tan complejo que solo bajo la influencia de políticas constantes e innovadoras se pueden alcanzar mejorías notables en el tiempo. Incluso, si no estamos del todo seguros cuál ha sido la más efectiva.

Porque en el tema de la seguridad no importa si cada política es como un disparo en la oscuridad; hay que seguir intentando, pues nunca se sabe cuál dará en el blanco.

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