miércoles, 6 de febrero de 2013

Un año después


Por Santiago Silva Jaramillo

Esta semana, Catalejo, mi columna de opinión en el periódico El Colombiano, cumple un año de estarse publicando. Y sería injusto de mi parte no dar algunos agradecimientos y recordar un par de anécdotas alrededor de este asunto.

Lo primero, agradecer. Empecé a escribir textos de opinión porque mi hermano, que tiene la capacidad de persuasión de todo buen paisa, me convenció que un politólogo con pretensiones de escritor tenía que hacerlo. En EAFIT, el profesor Adolfo Eslava fue el primero en publicar mis torpes intentos de columnas en el blog del pregrado en Ciencias Políticas. Esta primera experiencia me ayudó enormemente para lo que vendría, particularmente porque mis compañeros politólogos siguen siendo, de lejos, los comentaristas más rigurosos que he tenido.

Poco después, empecé a publicar mi propio blog, RealpolitikMundial. La idea era analizar temas de política internacional, aunque en ocasiones me permitía dar algunas opiniones personales. El blog ha sido un ejercicio fundamental; me ha enseñado disciplina y responsabilidad con lo que escribo y publico. El blog sobrevive ahora más por nostalgia que cualquier otra cosa; se me ha convertido en el amuleto de la buena suerte. (A propósito, esta semana, el blog también tiene su fecha especial, en efecto, acumuló las 50.000 visitas).

A comienzos de 2011, por insistencia de María Juliana Rey (la justicia es dar a cada quién lo que se merece, sin importar las circunstancias del momento, y yo sería injusto si no le agradeciera a ella por años de apoyo incondicional, su compañía fue clave para la publicación de esta columna durante mucho tiempo), envié mi primera columna, “Hedor a Jazmín”, a El Colombiano.

De esta manera me uní al grupo de “Jóvenes pioneros”, que publicaban esporádicamente en el periódico. Pocas veces releí tanto una columna o tuve tanta ansiedad al enviarla; sin embargo,  la respuesta que obtuve fue muy gratificante y me permitió seguir enviado textos. Lo asumí como un reto, el editor de la sección de opinión del periódico, Luis Fernando Ospina, me sugirió que escribiera una columna semanal, aunque no podía garantizar que en el reducido espacio, todas se publicaran a tiempo.

La persistencia y paciencia pagó sus frutos y un año después, en la nueva edición del periódico luego de la conmemoración de 100 años de publicación, nació Catalejo. La primera columna hablaba sobre la debilidad estructural de las Farc que demostraba una reciente ola terrorista, “Una muestra de debilidad”, se titulaba.

Uno de los primeros retos a los que me enfrenté fue el asunto del tono. En efecto, asumí que mi columna debería tener una voz particular, fuera por los temas que trataba o la estructura en que la presentaba. Mi primera gran lección vino cuando me tropecé con una realidad algo desalentadora: a veces no podemos ser quienes queremos ser, nos toca ser quienes podemos ser. Lo digo porque mi ideal de columnista (los textos que realmente disfruto leyendo) es Juan Esteban Constain de El Tiempo, pero yo nunca pude lograr la combinación de ingenio y conocimiento que hacen de sus columnas probablemente las mejores actualmente en Colombia.

Me contenté entonces con el papel de analista político; en principio con aspiraciones a observar mayormente las relaciones internacionales, pero cayendo inevitablemente en el sucio, pero tentador pantano de la realidad política nacional.

Ahora bien, Catalejo no ha sido ni es, de lejos, un esfuerzo individual; se nutre de los comentarios, reclamos, concejos, regaños e interés de muchas personas a las que solo puedo ofrecer este tímido agradecimiento.

En primer lugar, mis “editores”. En efecto, desde que empecé a escribir columnas de opinión, mis papás, mi hermano, y mi tío Jairo Quiróz, han representado el mejor de los paneles de edición de los que podría desear. Tanto ellos, que son los habituales y juiciosos, como muchas otras personas que han ojeado mis columnas antes que sean publicadas y han evitado que cometa errores,  e incluso un par de injusticias.

Aunque suene a discurso de reina, todo lo hago por los lectores. Tengo algunos que siguen la columna con juicio y tienen comentarios valiosos y críticas agudas; ellos son el principal incentivo en este oficio de cada semana. También me han tocado los famosos trolls, pero confieso que a diferencia del desprecio que algunos columnistas les tienen, para mi hacen que todo esto sea mucho más divertido.

A algunos los recuerdo muy bien, como cuando recibí en mi correo personal un mensaje de una lectora sobre una columna que había escrito del terremoto en Japón y la importancia de prevenir el riesgo. Ella, luego de hacer algunas anotaciones del tipo "es un tema muy importante" y "no recibe la atención que se merece", me decía: "ya que usted considera el riesgo como un asunto fundamental y le preocupa las dificultades del futuro, me permito ofrecerle el siguiente paquete de seguros...". 

Respecto a los comentarios, han variado desde la intervención divina:

Hasta lo simplemente inexplicable:


Y he sido victima de lo que solo puedo explicar como lo que hacen Hugo Chávez y Nicolás Maduro en su tiempo libre:


Y finalmente, está este maestro, el mejor comentario que me han hecho, un insulto y elogio a partes iguales:

Si, cargo ese título con orgullo, “moralista del siglo XXI”.

Muchas gracias a los que leen, comentan y comparten. A los que me han ayudado en algún punto y a los que lo siguen haciendo; espero, y en esto pongo todo mi empeño cada semana, cumplir sus expectativas y no defraudar su confianza.

Un saludo


2 comentarios:

  1. Felicitaciones Santy, siempre he confiado y creído en vos, por ello siempre encontrarás palabras de apoyo y reconocimiento a tu labor. Un abrazo, tu hermano.

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    1. Muchas gracias, Milo, por todo el apoyo de tantos años.

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