Esta es la versión extensa de mi columna del 26 de septiembre de 2013 en 'Catalejo' del periódico El Colombiano.
Por Santiago Silva Jaramillo
Sostener que la “política es
dinámica” es una cínica justificación de los peores vicios de nuestros
liderazgos: le produce una risa pícara a los politiqueros y un incomodo escozor
a los idealistas. Y es que ya se mueven las fichas para las elecciones del
2014, recientemente, sobre todo, la de candidatos a Senado y Cámara de
Representantes. Y regresan las bien conocidas desafecciones de millones con los
trucos que nos reservan los políticos.
Se deben reír, cuando llaman
"renovación"
a lo que bien hiede a reencauche. A que nos presenten como novedad la
tradición, a los mismos: porque incluso a los nuevos nombres los suele
traicionar un conocido apellido. Y es que lo que muchos colombianos esperamos
–superar esta democracia
endogámica que es nuestro sistema político- no parece encontrarse en las
listas de candidatos al Congreso del próximo año.
Nos encontramos con los mismos
bigotes, entradas y canas, expresiones, ceños y mañas. No podemos caer de nuevo
en ese tétrico lugar
común de "mejor malo conocido que bueno por conocer...". Ese es
un lujo que los colombianos no podemos darnos con nuestros políticos; no
podemos permitirnos seguir encogiéndonos
de hombros ante las urnas.
Porque ellos ya han recurrido a
las pericias de siempre: las persecuciones y victimizaciones, al populismo y los
cantos
de sirena; todos contra todos, en el pantano político colombiano el último
de píe llega al Congreso, incluso con el agua al cuello.
Los de siempre siguen en las
mismas y los que cargaban con las esperanzas que muchos depositamos en ellos
solo han entregado decepciones.
Bien decía la semana pasada
Ricardo Silva en su
columna que no tenemos la clase política que merecemos sino la que hemos
permitido. En efecto, nuestros malos políticos se reproducen en ese ambiente de
apatía y negligencia; en donde todo perjuicio se perdona y cualquier vicio se
olvida.
Aun así, me gusta pensar que los
últimos años han cambiado bastante la cultura política de la mayoría de los
colombianos. Si, los vicios, la desidia y la irresponsabilidad continúan
influenciando las decisiones políticas, pero se intuye algo de madurez y sano escepticismo
en las personas.
En efecto, ciudadanos más
cansones son mejores ciudadanos. Y esto se consigue a través de más y mejores
fuentes de información, educación y la convicción necesaria –aunque difícil de
alcanzar- que no son los males que merecemos, sino los que permitimos, los que
condenan la esperada renovación política.
@santiagosilvaj