jueves, 30 de agosto de 2012

ALGUNAS PREGUNTAS SOBRE LA NEGOCIACIÓN - El Colombiano

ALGUNAS PREGUNTAS SOBRE LA NEGOCIACIÓN - El Colombiano

domingo, 26 de agosto de 2012

Decálogo de la honestidad (versión larga)





Decálogo de la honestidad: ¿por qué hacemos trampa? 

(Esta es la versión extensa de mi columna publicada en el periódico El Colombiano el 9 de agosto de 2012, incluye enlaces y el desarrollo de algunas ideas insinuadas en el texto original). 

Por Santiago Silva Jaramillo

Entender las circunstancias y motivaciones que nos llevan a defraudar es esencial para identificar los elementos y las intervenciones que pueden contener y detener nuestra disposición a hacer trampa, pero sobre todo, ayudarnos a comprender cómo podemos incentivar la honestidad de las personas.


Las investigaciones y experimentos adelantados por el economista estadounidense Dan Ariely sobre por qué las personas hacen trampa nos pueden dar otras luces sobre un fenómeno que es una maldición sobre la vida diaria de los colombianos.

Según Ariely, sus experimentos han demostrado que en términos generales la mayoría de las personas estamos inclinadas ligeramente a hacer trampa y violar las normas. Eso si, mientras lo que hagamos no sea muy grave o sus consecuencias no muy profundas. La otra gran conclusión del profesor de la Universidad de California es que la culpa es el sentimiento más determinante a la hora de tomar la decisión de hacer trampa, defraudar o mentir.

Así, nos gusta y necesitamos pensar que somos buenas personas. Lo que nos lleva a hacer muchos esfuerzos por mantener esa percepción, la mayoría de las veces, por eso nos comportamos como creemos que debemos hacerlo o si nos desviamos, buscamos justificar nuestra violación de esas normas sociales.

Según la encuesta de Cultura Ciudadana de Medellín 2011 el 72% de los medellinenses sienten vergüenza y 69% sienten culpa al incumplir un acuerdo. De igual manera, nos dice la Encuesta, el placer por cumplir con la propia conciencia es la motivación que más influye sobre el comportamiento de los ciudadanos.

Aun así, la percepción de corrupción en Medellín aumentó en los últimos 2 años. 81% de los encuestados sostienen que más de la mitad de los funcionarios públicos son corruptos, un aumento del 77% que lo afirmaban en 2009. Mientras que el 55% de los que sostenían que más de la mitad de los ciudadanos son corruptos en 2009 pasaron a 67% en 2011.

Hay sin embargo, razones para el optimismo, el porcentaje de personas en Medellín que cree que la ley es una expresión de la voluntad colectiva y no una imposición de una minoría pasó de 44% en 2009 a 57% en 2011.

En Medellín, la conciencia es una mayor fuerza reguladora que la ley.

Así pues, enfatizar en los daños que implican hacer trampa, violar los acuerdos y las normas no es un ejercicio inútil. La mayoría de las personas nos preocupamos por tener una conciencia tranquila, limpia de culpa, y entre más convencidos estemos de las consecuencias negativas de estas violaciones, menos dispuestas estaremos a cometerlas.  

Otra de las ideas que Ariely sacó de sus experimentos se refiere a las aproximaciones al problema de la deshonestidad. Sostiene que la mejor manera de abordar el tema no es pensando en mayores controles o peores castigos, sino más bien en formas inteligentes en que podemos ayudarnos a ser más honestos.


Recordar constantemente los debemos éticos a las personas puede ser una de estas maneras. Durante uno de sus experimentos, Ariely hizo repetir a uno de sus grupos los Diez Mandamientos, mientras otro grupo solo tuvo que recordar sus diez libros preferidos. El primero, bajo la carga de conciencia de haber repetida la decena de normas divinas, cometió sustancialmente menos fraude que el segundo.

Un reciente estudio de la Universidad de Ámsterdam sostiene que más tiempo para pensar sobre una decisión puede inclinar a las personas a tomar las opciones correctas sobre un dilema moral. Es decir, que con tiempo suficiente para reflexionar, es más probable que la gente se incline por cumplir las normas.

Lo anterior resulta esclarecedor porque si la principal motivación de las personas para no hacer trampa es el sentido de culpa, los hombres no necesitan castigos más fuertes, ni siquiera una regulación más eficaz, sino el silencioso juicio de su propia conciencia y el temor natural que le tienen al sentimiento de culpa.

Esto se logra con educación, principalmente, conteniendo la cultura del atajo y la popular idea de que el fin justifica los medios y promoviendo una visión de cumplimiento de normas y consecución del bien común en la sociedad por medio de la fidelidad, la honestidad, la honra de los compromisos, la confiada realización de los deberes y la reciprocidad.