Por Santiago Silva Jaramillo
El caso Interbolsa no puede quedar en la reflexión puramente
económica, incluso bajo sus consecuencias jurídicas. También nos debería
cuestionar sobre las normas del sistema financiero, la efectividad de los
órganos de control, pero sobre todo, de las controversias éticas de las
decisiones tomadas por las directivas de la empresa.
La caída de Interbolsa, supone un duro golpe para el sistema
financiero de un país en donde ya era difícil
involucrar a gran parte de su población en el sector y supone un retroceso
enorme para la Bolsa de Valores. Aun peor, la incertidumbre e inevitables
pérdidas que implicó para la docena de carteras colectivas bajo su
administración, con inversiones de empresas
grandes y pequeñas, pero sobre todo, un buen número de personas
que con toda seguridad dependían de esos recursos. Sí; no todos los
inversionistas pueden asumir esas pérdidas sin pasar hambre, como los
directivos irresponsables de Interbolsa.
Existe algo de consenso
respecto a los vacíos normativos que aun permanecen en el sistema financiero
colombiano, particularmente respecto a los famosos “repos”
(operaciones de venta con pacto de recompra). Pero en nuestro país se ha
comprobado miles de veces que las leyes no garantizan el orden y que sin el
compromiso de las personas o la acción pertinente y efectiva de las
autoridades, el papel se ignora con facilidad. Los entes de control no pueden
seguir siendo esos bomberos que llegan a apagar el incendio cuando del edificio
solo quedan cenizas.
Pero lo que sucedió con Interbolsa, también es testimonio de
la irresponsabilidad y la ambición desmedida como guías de la conducta
empresarial. Se puede discutir que la intervención de las autoridades fue
tardía, pero hubiera sido innecesaria
si la dirigencia de la empresa no hubiera tomado riesgos irresponsables y
ocultando información del público sobre su situación real. En efecto,
defraudaron la confianza de sus inversionistas, mientras contribuían a una bola
de nieve que significaría la ruina de muchísimas personas.
En Colombia, nos solemos quejar de nuestra clase
política (el guante me cae, yo lo hago repetidamente por este medio), y a veces
se nos olvida que irresponsables hay en todos los sectores; personajes que a
punta de engaños y trampas dictan su comportamiento, sin consideración por nada
ni nadie, excepto ellos mismos.
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