jueves, 18 de julio de 2013

Y en corrupción ¿cómo no va? (versión extensa)

Esta es la versión extensa de mi columna del 18 de julio de 2013 en 'Catalejo' del periódico El Colombiano.

Por Santiago Silva Jaramillo

La semana pasada Transparencia Internacional presentó los resultados del más grande estudio internacional sobre percepción de la corrupción de la historia reciente. En efecto, sus resultados dan cuenta del panorama de las prácticas ocultas que afectan en diferentes grados a todos los países del planeta. Los hallazgos en Colombia nos dan algunas pistas más sobre el que con seguridad es nuestro mayor problema–aunque en ocasiones  sea subestimado-: la corrupción.

Nos dice el informe que las tres instituciones que los colombianos perciben como más corruptas son los partidos políticos, el poder legislativo y los funcionarios públicos. El 22% de los encuestados han pagado un soborno en el último año, mientras la institución a la que las personas más pagan sobornos es la Policía, con el 27% de las interacciones con ciudadanos terminando en alguna transacción ilícita. Interrogados por las razones para pagar sobornos, los colombianos citan “acelerar proceso y trámites” y “la única manera de obtener un servicio”; es decir, la ineficiencia e ineficacia del Estado.

En efecto, la corrupción es un problema gravísimo para la sociedad colombiana: porque deslegitima al Estado y a la función pública; re direcciona recursos públicos hacia la defensa de intereses privados; genera distinciones en la asignación de recursos, dificultando la defensa de los derechos de propiedad y la resolución transparente de las disputas; aumenta los costos de transacción, en la manera de sobornos, tramitologías, desigualdades de información y monopolios, espionaje corporativo y prácticas de competencia injusta y tráfico de influencias; afecta la manera como los ciudadanos se relacionan con el sistema legal y normativo; y fomenta el “acostumbramiento” de las personas a actuar ilegalmente.

Las experiencias internacionales han demostrado que la lucha contra la corrupción no es un asunto de legislación, tampoco de castigos ejemplares o recursos para los órganos de control. En realidad, ha sido bajo una combinación virtuosa de educación en valores y control ciudadano efectivo que los países más transparentes llegan a serlo.

Sí, como en tantos otros asuntos públicos la solución está en manos de los ciudadanos de a pie y de la capacidad que tengan para reunirse, organizarse y exigir cuentas claras y responsabilidad a sus gobernantes.

Frente a esta realidad, nos encontramos con algunos retos, pero también algunas oportunidades. Respecto a los primeros, nuestra sociedad debe enfrentarse a la apatía y desinterés generalizado en los asuntos públicos; según la Encuesta Mundial de Valores, solo el 6,7% de los colombianos consideran que la política es muy importante en la vida.

Pero también hay algunas oportunidades. Otro de los hallazgos de Transparencia Internacional es que el 97% de los encuestados están dispuestos a actuar en contra de la corrupción y que el 79% esta de acuerdo en que la gente ordinaria puede ayudar a mejorar la transparencia.

Debemos mejorar los espacios participativos de control ciudadanos, como las veedurías ciudadanas, y fomentar cualquier iniciativa crítica y transparente que busque presionar a los políticos en el manejo de los recursos públicos. Atacar los anti valores que promueven la corrupción –las justificaciones sociales de la trampa- también pueden ganarnos un poderoso aliado en la lucha por la transparencia: mejores conciencias.

En efecto, tenemos grandes retos, pero aunque debemos exigir a nuestro gobierno acciones contundentes por la transparencia, es en nuestras manos en donde se encuentra la mejor arma para combatir la corrupción.

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