Esta es la versión extensa de mi columna "Tragedia colombiana", publicada en 'Catalejo' del periódico El Colombiano.
Por Santiago
Silva Jaramillo
"Con
alguien desarmado el Gobierno no se sienta a dialogar"
-Alias
"El Tigre".
Esta frase, del
desmovilizado guerrillero del Eln, resume la tragedia colombiano. Nos ayuda a
recordar que los tres grandes problemas de Colombia son la desidia del Estado
central, la irresponsabilidad
sistemática de sus políticos y la apatía general de su ciudadanía.
Así, ante su
incapacidad o falta de voluntad por realizar sus funciones más básicas, el
Estado colombiano responde con populismo punitivo y legalismos
extremos; ignorando la clara realidad de que la manera más perjudicial para
atender la incapacidad es ponerse más responsabilidades. Pero la clase política
se beneficia de esta maraña de códigos, leyes y reformas; porque son leguleyos
por naturaleza y para aprovecharse del sistema se convierten en doctos en vacíos
legales. Al resto de la sociedad solo le queda cumplir selectivamente algunas
de las normas, porque la mayoría no se identifican con sus valores culturales y
el ambiente general de injusticia e impunidad, los convence de la inutilidad de
seguir las leyes que solo son “para los de ruana”.
El Estado
central ha escogido entonces estar ausente, abandonado grandes porciones de
territorio y población, o descargando su administración en oligarquías locales
o bandidos.
Los políticos, irresponsables y desconectados, más preocupados por sus redes
clientelares que en por labor de representatividad y cuidado del bien
público, se alimentan de una ciudadanía apática. En efecto, la sociedad civil,
adormecida y pasiva, se encoge de hombros constantemente, solo reaccionando cuando
hay que cuidar los intereses
individuales o a través de la violencia.
Sobre
compensando, como siempre, el Estado intenta regular e intervenir en donde
puede la economía, pero incluso en esa perjudicial labor falla y todo se
encuentra a la deriva; la corrupción y falta de competitividad nacional se
ignoran, porque el ego nacional se alimenta con la explotación de lo que nos
tocó en suerte, pero pronto derrocharemos. Los políticos, enceguecidos por
patrocinios de campaña y lobistas de lenguas o piernas largas, apenas si
chistan sobre las injusticias de los monopolios y la ausencia casi completa de
competencia. Mientras tanto, el familismo y la “rosca” determinan el éxito en
una economía excluyente
que desincentiva cualquier innovación o emprendimiento, los ciudadanos
sobreviven en el rebusque y la informalidad.
En este
escenario, nos enfrentamos a la revancha de los desposeídos y el miedo
prevenido de los poderosos. Así, “el poder del que no tiene”, del que hablaba Ricardo Silva en su última columna, se configura
como la inclinación de muchos colombianos a “señorearse” cuando consiguen poder
y de los pocos que ya lo tienen a hacer todo lo posible por evitarlo.
Porque en
Colombia, la democracia liberal parece escurrírsenos entre los dedos cada vez
que parece que la hemos cogido con las manos.
Estado
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Clase política
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Sociedad civil
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Leyes
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Legalismo
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Leguleyos
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Desconexión
leyes-cultura
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Política
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Ausencia
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Irresponsabilidad (descarga)
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Apatía
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Economía
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Intervención
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Cooptación
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Exclusión
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