jueves, 4 de julio de 2013

De noticieros, grabaciones y política (Versión extensa)

Esta es la versión extensa de mi columna del 04 de julio de 2013 en Catalejo, del periódico El Colombiano.

Por Santiago Silva Jaramillo

La semana pasada, el director de Teleantioquia Noticias, Juan Pablo Barrientos, presentó su renuncia a este espacio informativo; los detalles de su decisión han probado ser una verdadera serie de historias incómodas y preocupante sobre los medios y la política local. Estas son algunas lecciones que podemos sacar de todo este episodio.

La primera lección es que los canales públicos locales son un botín político demasiado tentador para nuestra clase política; mejor dicho, que dada la posibilidad de tener todo un entramado de medios detrás de un proyecto político, los canales regionales son plazas de sumo interés para diputados, concejales, alcaldes y gobernadores. La lucha por ganar estos espacios puede tornarse particularmente sucia.

En segundo lugar, aunque me consta el juicio y la seriedad del señor Barrientos, nunca fue una buena decisión que le dieran la dirección del noticiero local a un ex candidato al concejo de Medellín por el partido del entonces recién electo gobernador. Estaban politizando un sector de la opinión que no necesitaba más rencillas y choque de intereses; alguien sin ninguna afiliación política clara –y en el periodismo abundan estas personas- hubiera sido una mejor opción.

Sin embargo, el famoso “trabajo independiente” de los medios está sobre valorado, particularmente porque es más honesto ser un parcializado manifiesto que uno hipócrita. La neutralidad, sobre todo la que se sostiene a gritos, normalmente es mentirosa; pero el asunto es que, aunque no hay nada de malo en que los medios tengan apuestas editoriales, un mensaje sin competencia en el orden local como el noticiero de Teleantioquia resulta muy inconveniente.

Ahora bien, son muy preocupantes las denuncias de persecuciones, seguimientos y murmuraciones de amenazas en contra de miembros de los medios de comunicación. Nunca podemos olvidar que a la libertad de prensa no solo la coartan la censura o el patronazgo político, también –y sobre todo en nuestro país- la violencia y la amenaza. El asunto de la grabación también es muy perturbador ¿por qué andan algunos diputados del departamento escuchando a escondidas consejos de redacción del noticiero local? Incluso si no fuera ilegal –que lo es- constituye un inaceptable acto intimidatorio contra la prensa libre.


Pero al final, todas estas lecciones resultan casi accesorias al problema más complejo y de fondo que nos mostró todo este vergonzoso episodio: que nuestra clase política sigue siendo un vivo reflejo de los peores vicios y errores de nuestra sociedad. Y que a falta de control por parte de nosotros como ciudadanos, seguimos siendo silenciosos cómplices de todos sus atropellos.

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