jueves, 7 de marzo de 2013

Petróleo y rancheras (Versión extensa)

(Esta es la versión extensa de mi columna del 07 de marzo de 2013 en el periódico El Colombiano).
Por Santiago Silva Jaramillo
El pasado martes cinco de marzo, el vicepresidente venezolano, Nicolás Maduro, anunció en una rueda de prensa una noticia esperada por muchos durante varias semanas: el presidente Hugo Chávez, luego de catorce años en el poder, de sobrevivir a un golpe de Estado, de pelear contra presidentes estadounidenses y reyes españoles, intervenir en la política de sus vecinos, mantener bajo su control autoritario a millones de venezolanos y combatir contra el cáncer, murió.
Hugo Chávez gobernó con un puño de hierro envuelto en guante de terciopelo; resguardado en medidas 'legales', coaccionó y persiguió a todos los que se le opusieron. Esa fue una de las cosas que aprendió rápido en sus inicios (y que aplicó indiscriminadamente durante su mandato); que si todo se mantenía bajo la sombra de una supuesta ‘legalidad’, esto le conferiría la legitimidad necesaria para adelantar las arbitrariedades que se le ocurrieran y aplicar las estrategias necesarias para mantenerse en el poder.
Chávez ejerció su poder a punta de petróleo y rancheras, autoritarismo y fuerza electoral, carisma y nepotismo; lo hizo como caudillo y hombre fuerte, como revolucionario y socialista; cuándo atacó a la oposición y utilizó al ‘imperio’ como excusa; bajo la embestida de una economía desarmada a punta de populismo y frente a su incapacidad por manejar la rampante violencia en la que se tragaba a los venezolanos.
Curiosamente, el ‘chavismo’ sobrevive a Chávez, por lo menos, mientras sus herederos se miden el aceite para empezar a sacarse los ojos. Lo que se configuró durante años alrededor del líder venezolano lo convierte ahora en mártir, en indispensable, en el hombre de las memorias y las estatuas. No debe sorprendernos, esto ha sido una vieja enfermedad política latinoamericana; casi una tradición política: crear ídolos y luego destruirlos o perderlos.
Por supuesto, en política, hay un punto en la vida de un movimiento en el que incluso se puede prescindir del fundador. Ahora ha llegado la hora de los segundones, que de Maduro, Diosdado y toda la cúpula ‘chavista’ se enfrente por la preminencia. Aunque todavía se mantendrán unidos mientras exista el enemigo común de la oposición política; se ahorraran sus desavenencias, postergarán su inevitable confrontación hasta después de las elecciones, todo sea por mantener el poder.
En efecto, habrá elecciones en Venezuela, pero no porque Maduro respeto las instituciones, sino porque Chávez les enseñó que hay que ganar elecciones, cuesten lo que cuenten, para mantener una pantomima de legitimidad. De hecho, las opciones electorales del ‘chavismo’ son bastante buenas. Todo este tiempo le sirvió a Maduro para organizar sus fuerzas y disciplinar y ganar lealtades dentro del chavismo. La oposición, probablemente de nuevo en cabeza de Henrique Capriles, no la tendrá fácil.
Ahora bien, resulta particularmente peligroso el asunto de la "conspiración contra Chávez" de la que habló Maduro, en tanto le permite al oficialismo señalar a cualquier persona que le resulte incómoda. La idea de unas ‘fuerzas oscuras’ detrás de la muerte del ex presidente venezolano es claramente ridícula, hasta que se convierte en excusa para unir a los ciudadanos  en contra de un supuesto enemigo común.
Chávez murió e incluso bajo el respeto del difunto, no se pueden justificar sus constantes abusos. Fue el dictadorzuelo tropical por excelencia, con todos sus excesos; solo en eso cambió la historia de Latinoamérica.

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