viernes, 21 de marzo de 2014

El honor en tiempos de injusticia (Versión extensa)

Esta es la versión extensa de mi columna, publicada el pasado 20 de marzo en el periódico El Colombiano.

Por Santiago Silva Jaramillo

Solo en la fortuna adversa se hallan las grandes lecciones del heroísmo
-Lucio Anneo Séneca

En la madrugada del pasado 17 de febrero, el general Javier Rey Navas presentó su renuncia como subjefe del Estado Mayor Conjunto del Comando General de las Fuerzas Militares. La renuncia se debió a la falta de apoyo para los generales de parte del Gobierno Nacional, del presidente y de su Ministro de Defensa, ante las grabaciones reveladas por la revista Semana que pretendían vincular a algunos militares con supuestos casos de corrupción.

Sin embargo, el general Rey solo aparecía nombrado por terceros en los audios; su renuncia fue una respuesta al abandono de sus superiores, a la traición de quienes dan las órdenes.

La difícil decisión del general terminaba con una carrera como pocas en la historia reciente del Ejército Nacional. Rey es un bumangués con 37 años y 7 meses de carrera en el Ejército, lideró la renovación de la División de Aviación Asalto Aéreo del Ejército, que permitió iniciar la ofensiva militar en contra de la guerrilla y modernizar una de las mejores herramientas del Estado colombiano en la lucha contra la insurgencia.

El general Rey también hizo parte de la planeación y ejecución de los golpes más duros propinados a las Farc en los últimos años; desde las operaciones contra “Raúl Reyes”, el “Monojojoy” y “Alfonso Cano”, hasta la operación “Jaque”. Su trabajo ha traído enormes triunfos a la institucionalidad colombina, pero también a sus políticos: el que fuera Ministro de Defensa hace unos años, y ahora presidente, Juan Manuel Santos, utilizó muchas de esas victorias para apalancar sus ambiciones electorales.

Esta semana se reveló que a comienzos del año pasado los altos mandos militares le presentaron al presidente Santos sus reservas sobre el proceso de negociación con las Farc. El escepticismo de los militares se debía a información de inteligencia respecto al “plan b” de la guerrilla en caso de que las negociaciones no cumplieran sus expectativas.

Estas tensiones nos dan más pistas sobre las verdaderas intenciones detrás del artículo de Semana del pasado 16 de febrero. El presidente  decidió que la manera menos traumática –para él- de desoír las reservas de los generales sobre la negociación en La Habana, era acabando con media docena de carreras militares.


Es una verdadera lástima, una tragedia para el país, que el honor de hombres buenos y los méritos de sus sacrificios sean puestos en duda, porque el presidente quiera mantenerse en sus decisiones, en empeños que parecen depender más de sus aspiraciones electorales y los caprichos de su imagen personal, que de lo que es justo.

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