Esta es la versión extensa de mi columna, publicada el pasado 5 de febrero de 2014 en el periódico El Colombiano.
Por Santiago
Silva Jaramillo
Una de las penalidades por reusarse a participar en
política es que uno termina siendo gobernado por sus inferiores
-Platón
El 27% de los
colombianos, si las elecciones presidenciales fueran mañana, votarían en
blanco. De igual forma, el 23% de los encuetados por Ipsos
Napoleón Franco para varios medios nacionales esta semana, no sabe por
quién votaría. En efecto, la mitad de los colombianos no quiere votar por
ninguno de los candidatos actuales a la presidencia de la república. Santos,
con todo su poder y el Estado detrás apenas reúne el 25% de la intención de
voto, los demás se pelean por no ser opacados por el margen de error.
Pero muchos
analistas coinciden en predecir que, de acuerdo a “tendencias históricas”, los
colombianos somos incapaces de mantener estas posiciones y que, inevitablemente,
apoyaremos a algún candidato y lo terminaremos eligiendo por pura resignación.
Así, como le
dijo el académico ingles Malcolm Deas a María Jimena Duzán en una entrevista
para la Revista Semana hace unos días, Colombia no ha reformado su sistema
político, no ha cambiado su rumbo de democracia fallida porque los colombianos
tenemos “expectativas muy bajas de los gobiernos”.
Y es que no
tendremos buenos gobernantes hasta que nos preocupemos realmente por tenerlos.
Hasta que nuestro ejercicio ciudadano no sea únicamente el voto –siempre tan irresponsable
y pasional- y vincule control social, exigencia de cuentas y seguimiento a
nuestros funcionarios.
Que exigir está
bien, que poner problema y preguntar lo incómodo hacen parte fundamental del
sistema democrático. Entender, por fin, que una sociedad que vende sus derechos
por unas
tejas no tiene dignidad.
Los que aparecen
tan sonrientes, prometiendo de nuevo las mismas cuatro cosas que han prometido
toda la vida, esos mismos que durante estos últimos cuatro años solo aparecieron
para defender sus interés personales, y ahora nos piden que votemos por
“cambios y “renovaciones”, son los principales responsables de que nuestro país
no sea un lugar decente.
No tienen que votar en blanco, yo lo voy a hacer, pero ese es mi
problema –y lo haré porque en nuestras múltiples opciones políticas no tenemos
ninguna alternativa, estamos atrapados entre los politiqueros y las cabinas de
votación-; solo pensar muy bien en las decisiones y la participación política.
Si quiere quedarse ese día en su casa, perfecto, pero hágalo por convicción, no
por apatía. Si quiere votar por un apellido y una cara sonriente de picardía,
perfecto, pero hágalo por confianza, no por resignación.
Rompamos las
“tendencias históricas”, los lugares comunes de nuestra política. Imaginémonos
la revolución para nuestro sistema político cuando los políticos vean que, al
final, no es tan fácil mantenernos contentos.
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