viernes, 7 de febrero de 2014

Votar en blanco (Versión extensa)

Esta es la versión extensa de mi columna, publicada el pasado 5 de febrero de 2014 en el periódico El Colombiano.

Por Santiago Silva Jaramillo

Una de las penalidades por reusarse a participar en política es que uno termina siendo gobernado por sus inferiores

-Platón

El 27% de los colombianos, si las elecciones presidenciales fueran mañana, votarían en blanco. De igual forma, el 23% de los encuetados por Ipsos Napoleón Franco para varios medios nacionales esta semana, no sabe por quién votaría. En efecto, la mitad de los colombianos no quiere votar por ninguno de los candidatos actuales a la presidencia de la república. Santos, con todo su poder y el Estado detrás apenas reúne el 25% de la intención de voto, los demás se pelean por no ser opacados por el margen de error.

Pero muchos analistas coinciden en predecir que, de acuerdo a “tendencias históricas”, los colombianos somos incapaces de mantener estas posiciones y que, inevitablemente, apoyaremos a algún candidato y lo terminaremos eligiendo por pura resignación.

Así, como le dijo el académico ingles Malcolm Deas a María Jimena Duzán en una entrevista para la Revista Semana hace unos días, Colombia no ha reformado su sistema político, no ha cambiado su rumbo de democracia fallida porque los colombianos tenemos “expectativas muy bajas de los gobiernos”.

Y es que no tendremos buenos gobernantes hasta que nos preocupemos realmente por tenerlos. Hasta que nuestro ejercicio ciudadano no sea únicamente el voto –siempre tan irresponsable y pasional- y vincule control social, exigencia de cuentas y seguimiento a nuestros funcionarios.

Que exigir está bien, que poner problema y preguntar lo incómodo hacen parte fundamental del sistema democrático. Entender, por fin, que una sociedad que vende sus derechos por unas tejas no tiene dignidad.

Los que aparecen tan sonrientes, prometiendo de nuevo las mismas cuatro cosas que han prometido toda la vida, esos mismos que durante estos últimos cuatro años solo aparecieron para defender sus interés personales, y ahora nos piden que votemos por “cambios y “renovaciones”, son los principales responsables de que nuestro país no sea un lugar decente.

No tienen que votar en blanco, yo lo voy a hacer, pero ese es mi problema –y lo haré porque en nuestras múltiples opciones políticas no tenemos ninguna alternativa, estamos atrapados entre los politiqueros y las cabinas de votación-; solo pensar muy bien en las decisiones y la participación política. Si quiere quedarse ese día en su casa, perfecto, pero hágalo por convicción, no por apatía. Si quiere votar por un apellido y una cara sonriente de picardía, perfecto, pero hágalo por confianza, no por resignación.


Rompamos las “tendencias históricas”, los lugares comunes de nuestra política. Imaginémonos la revolución para nuestro sistema político cuando los políticos vean que, al final, no es tan fácil mantenernos contentos.

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