viernes, 21 de febrero de 2014

El miedo como asesor de campaña (Versión extensa).

Esta es la versión extensa de mi columna, publicada el pasado 20 de febrero de 2014 en el periódico El Colombiano.

Por Santiago Silva Jaramillo

De nuevo, nuestros políticos nos enfrentan a una disyuntiva falsa, a escoger entre dos opciones: “la válida o el desastre”, entre el blanco y el negro ¿lo único que une a estas dos propuestas? El miedo, ese viejo enemigo que sigue regresando en cada periodo electoral.

Los analistas hablan de polarización política en nuestro país y los medios les hacen eco, pero ¿qué tipo de polarización está viviendo el sistema político colombiano? No hay una gran discusión de ideas, ni una profunda división sobre el modelo social o económico, solo una rencilla sobre quién ostenta el poder, sobre quién debe o no estar al mando.

Incluso hay algo de acuerdo en la utilización de una vieja y despreciable estrategia política: generar miedo. En efecto, los dos mayores actores políticos en contienda se han decidido por llenar de temor a los electores, aunque sea con diferentes escenarios, respecto a lo que “pasaría con el país” si gana el contrario.
Gritar que viene el desastre es una estrategia eficaz para conseguir votos, pero injusta con los colombianos. No puede ser que los cantos de sirena sea lo único que alimenta el debate: “que si votan por uno le están abriendo la puerta al castro-chavismo”, o que si votan por el otro, “le están cerrando la puerta a la paz”.

La realidad es que ninguna parece una perspectiva realista; Colombia, con sus desenfrenos y excesos, sus lentitudes tropicales y ausencias históricas, no parece estar al borde del abismo: ni el que se encuentra a la derecha, que denuncian los de izquierda, ni el que está a la izquierda, que denuncian los de derecha.

Ahora bien, ¿por qué digo que nuestro país no se encuentra cerca al abismo? Por un lado, porque por más terrible que sea ver lo que pasa en estos momentos (y ha pasado durante los últimos quince años) en Venezuela e imaginar que el siguiente en la lista, supuestamente, sería Colombia, las verdaderas perspectivas del triunfo de un proyecto socialista de corte autoritario en el país son muy lejanas.

A los colombianos nos gusta ser pesimistas y subestimarnos (es un deporte nacional), pero la fortaleza institucional, la tradición democrática y la responsabilidad ciudadana de Colombia son suficientes por el momento para prevenir este escenario.

Y por otro lado, nadie tiene el monopolio de la paz; no solo no pueden pretenderlo, la realidad ha mostrado que cada nuevo presidente y Congreso pueden, en efecto, abordar el tema. No solo eso, la verdad, el país se encuentra inmerso en transformaciones tan profundas, que la baja intensidad de nuestro conflicto armado parece hacerlo perder cada vez más relevancia en la agenda política nacional.


Dejemos que los argumentos vuelvan a la discusión política, que la campaña electoral vuelva a concentrarse en ideas y no en temores. Hay candidatos que vale la pena escuchar, y que han sido silenciados por las vociferaciones de sus jefes o cabezas de lista. Que los dejen hablar, proponer, pelearse esos votos por méritos en sus propuestas y no por lo fuerte que sean sus gritos o lo bien que apelan al miedo colectivo.

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