jueves, 13 de febrero de 2014

Superando los mitos del voto en blanco (Versión extensa)

Esta es la versión extensa de mi columna, publicada el pasado 13 de febrero de 2014 en el periódico El Colombiano.

Por Santiago Silva Jaramillo

En las últimas semanas, temerosos por lo que ven crecer en las redes sociales y puntear en las encuestas nacionales, muchos de los viejos políticos han empezado su tradicional campaña de época electoral en contra del voto en blanco. Los rumores sobre engaños y conspiraciones de lado y lado, buscan crear ese miedo que tantas otras veces ha determinado injustamente nuestras decisiones electorales.

La mediocridad de nuestros políticos se explica en nuestra alcahuetería electoral. “Que hay que votar por éste, porque el otro es más malo y de pronto gana…”, sostienen, con el cinismo de los resignados. Pero si esa es la lógica del ejercicio de un derecho ciudadano como el voto ¿vale la pena siquiera ejercerlo?

Algunos analistas han intentado minimizar la disposición de aproximadamente el 30% de los electores colombianos de votar en blanco, diciendo que son un grupo de indecisos que se volcarán a algún candidato en el último momento. Pero existe una diferencia sustancial, que no se puede ignorar, entre no saber por quién votar y querer votar en blanco. Lo que se cuece para las próximas elecciones no es fruto de la indecisión, sino del rechazo ciudadano a nuestra actual parrilla de politiqueros, mediocres y corruptos.

En efecto, la intención de voto blanco actual constituye un hito en las elecciones colombianas y resulta esperanzador respecto a las perspectivas de la cultura política de nuestro país.

Ahora bien, el voto en blanco ni se le suma al primero, ni se lo pagan a nadie. El voto en blanco solo se cuenta por el voto en blanco (es decir, el rechazo de los demás candidatos), por ese siempre buen candidato que es nuestra protesta contra los políticos. Tampoco se lo reponen como votos a nadie; detrás de los votos en la casilla en blanco del tarjetón electoral no hay ningún negocio.

Uno de los mitos más comunes es decir que detrás del voto en blanco hay intereses económicos. En efecto, los ciudadanos pueden conformar comités promotores del voto en blanco, pero estos comités solo reciben reposición de votos si la gente vota por la casilla que se le crea a cada uno de ellos en el tarjetón. Si usted vota por la última casilla, la del voto en blanco, nadie puede reclamar ni un peso.

El voto en blanco es un símbolo. Si, que gane sería un mensaje poderoso, aunque pueda ser poco probable. Sin embargo, tenemos que entender que su naturaleza no busca transformaciones inmediatas, sino hacer saber a los políticos, sus partidos y movimientos que no merecen nuestro voto. Que, al final, somos capaces de encontrar nuestra dignidad.


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