jueves, 19 de diciembre de 2013

Los horrores de la guerra (Versión extensa)

Esta es la versión extensa de mi columna, publicada en Catalejo del periódico El Colombiano, el pasado 20 de diciembre de 2013.

Por Santiago Silva Jaramillo

En la madrugada del 13 de diciembre murió el cabo Wilson Alejandro Cortez Rubio en las puertas de la Cuarta Brigada en Medellín, abatido luego de enfrentarse a disparos con agentes de la Policía. El confuso hecho ya es motivo de investigación por parte de las autoridades, sin embargo, algunas explicaciones preliminares vinculan a su posible padecimiento de estrés postraumático, un trastorno nervioso común entre los combatientes.

Un caso similar se presentó el pasado 12 de junio de 2012, cuando el reservista del Ejército Javier Osorio López apuñaló a su siquiatra en el consultorio donde lo atendía. El soldado había prestado servicio hasta el año 2008, y dos años después ganó una tutela para recibir tratamiento psiquiátrico, el doctor Pedro Sánchez Gaviria llevaba una semana viéndolo cuando fue asesinado.

Son dos casos específicos de una realidad preocupante: entre los años 1990 y 2010, 4.207 miembros de la Fuerza Pública colombiana resultaron heridos por caer en campos minados; en la última década, unos 18.999 soldados han sido heridos en combate, 2.377 en el último año, según datos del Ministerio de Defensa.

Sin importar las reservas sobre el futuro y las perspectivas de la negociación en La Habana, si se logra un acuerdo entre las Farc y el Gobierno el país no solo tendrá que reintegrar a un par de miles de guerrilleros desmovilizados. También va a recibir a muchísimos soldados, marinos y policías de los 444.518 que prestan servicio actualmente.

Porque aunque el Gobierno haya desestimado en varias ocasiones que se vaya a reducir el pie de fuerza, lo más probable es que, frente a los desafíos que dejará un supuesto acuerdo en La Habana –esto es, bandas de crimen organizado dedicas al narcotráfico y la extorsión- la apuesta de seguridad pública será muy diferente a la actual en términos del capital humano utilizado.

Ahora bien, los analistas parecen obsesionados con la desmovilización de los guerrilleros, pero probablemente volverán a ser civiles muchísimos más miembros de las Fuerzas Armadas y es una obligación moral de la sociedad colombiana diseñar políticas que los acojan con trabajos de calidad, atención médica y psicológica enfocada en sus necesidades, acompañamiento social y capacitación en nuevos oficios.


Nuestros soldados y policías han hecho enormes sacrificios por ganar y conservar nuestra seguridad y les debemos que su regreso a la civilidad tenga todas las garantías que una sociedad agradecida puede ofrecer. En efecto, morir no es el peor destino que puede esperar a un soldado, el abandono y la traición de sus compatriotas son peores que cualquier muerte física.

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