viernes, 14 de junio de 2013

Nazis en el altiplano (Versión extensa)

Esta es la versión extensa de mi columna, publicada el 13 de junio de 2013 en 'Catalejo' del periódico El Colombiano. 

Por Santiago Silva Jaramillo

La semana pasada, un incidente entre la concejal Diana Rodríguez y supuestos miembros de una partido neo nazi en Bogotá nos recordó la existencia de fascistas criollos en Colombia. La primera reacción de la mayoría de personas es de incredulidad ¿Cómo sobrevive un grupo de nazis en un país en donde ninguna persona puede alardear de “pureza” racial? ¿Qué incentiva aun joven colombiano a pertenecer a una descontextualizada organización extremista?

El tema no está tan asociado a la ideología que acompaña a estos grupos; el asunto es, sobre todo, de reconocimiento social.

Las personas buscamos encontrar nuestro lugar en la sociedad, un lugar que se construye sobre el reconocimiento de nuestros pares y del estatus que alcancemos en un determinado grupo. Nos incentiva que hayan líneas convencionales de acción a nuestro alcance (es decir, oportunidades) y un buen ejemplo de emulación (esto es, modelos a seguir socialmente positivos).

Creo que, aunque parezcan fenómenos diferentes, la participación de jóvenes en organizaciones criminales como los “combos” de Medellín resulta muy similar a la de algunos desubicados en organizaciones extremistas como nuestros fascistas criollos. El asunto no es entonces de que los extremismos, e incluso la criminalidad, sean natural a estos jóvenes, hasta puede que conozcan muy poco de eso antes de pertenecer al grupo; sino que en su búsqueda por pertenecer a algo, por ser reconocidos por alguien, encuentren en estos espacios el estatus que ningún otra organización o grupo social les ha podido dar. Luego del ingreso, vienen el adoctrinamiento y la desviación, el extremismo y el crimen.

Aunque en los últimos años se ha mantenido controlada en otros niveles educativos, la deserción oficial en secundaria ha crecido desde 2009 en los colegios de Medellín, alcanzando el 5,1% en 2011, de acuerdo a cifras del Informe de Calidad de Vida 2012 de Medellín Cómo Vamos. De igual manera, la tasa de desempleo juvenil para jóvenes en el Área Metropolitana fue del 35% en el primer semestre de 2012; pero el porcentaje empeora en los quintiles más pobres de la población, llegando al 45% en el quintil de más bajos ingresos.

Sin embargo, las únicas maneras de incluir a los jóvenes en las líneas convencionales de acción no son la educación formal y el empleo, las organizaciones y grupos informales también pueden hacerlo. Por eso resulta preocupante el bajo nivel de participación ciudadana en grupos gremiales, de voluntariado, sindical, ambiental, deportivos o religiosos. Según el Informe de Percepción Ciudadana 2012 de Medellín Cómo Vamos, el 81% de los ciudadanos no participa de ninguna organización en su vida diaria.

Así, los esfuerzos que hace una sociedad para que sus miembros cumplan sus normas pueden ser formales (policía, justicia, cárceles) o informales (presión social). De igual manera, existen espacios sociales en donde se pueden ejercer otros controles desde la familia, la escuela, los grupos de pares y la aceptación de las líneas convencionales de acción.


¿Estamos haciendo esto por nuestros jóvenes? ¿Tienen oportunidades y modelos socialmente positivos a su alcance? ¿O se encuentran a merced de extremistas y bandidos?

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