Esta es la versión extensa de mi columna, publicada el 13 de junio de 2013 en 'Catalejo' del periódico El Colombiano.
Por Santiago Silva Jaramillo
La semana pasada, un incidente
entre la concejal Diana Rodríguez y supuestos miembros de una partido neo nazi
en Bogotá nos recordó la existencia de fascistas criollos en Colombia. La
primera reacción de la mayoría de personas es de incredulidad ¿Cómo sobrevive
un grupo de nazis en un país en donde ninguna persona puede alardear de
“pureza” racial? ¿Qué incentiva aun joven colombiano a pertenecer a una
descontextualizada organización extremista?
El tema no está tan asociado a la ideología
que acompaña a estos grupos; el asunto es, sobre todo, de reconocimiento
social.
Las personas buscamos encontrar nuestro
lugar en la sociedad, un lugar que se construye sobre el reconocimiento de
nuestros pares y del estatus que alcancemos en un determinado grupo. Nos
incentiva que hayan líneas convencionales de acción a nuestro alcance (es
decir, oportunidades) y un buen ejemplo de emulación
(esto es, modelos a seguir socialmente positivos).
Creo que, aunque parezcan fenómenos
diferentes, la participación de jóvenes en organizaciones criminales como los “combos”
de Medellín resulta muy similar a la de algunos desubicados en organizaciones
extremistas como nuestros fascistas criollos. El asunto no es entonces de que
los extremismos, e incluso la criminalidad, sean natural a estos jóvenes, hasta
puede que conozcan muy poco de eso antes de pertenecer al grupo; sino que en su
búsqueda por pertenecer a algo, por ser reconocidos por alguien, encuentren en
estos espacios el estatus que ningún otra organización o grupo social les ha
podido dar. Luego del ingreso, vienen el adoctrinamiento y la desviación, el
extremismo y el crimen.
Aunque en los últimos años se ha mantenido
controlada en otros niveles educativos, la deserción oficial en secundaria ha
crecido desde 2009 en los colegios de Medellín, alcanzando el 5,1% en 2011, de
acuerdo a cifras del Informe
de Calidad de Vida 2012 de Medellín Cómo Vamos. De igual manera, la tasa de
desempleo juvenil para jóvenes en el Área Metropolitana fue del 35% en el
primer semestre de 2012; pero el porcentaje empeora en los quintiles más pobres
de la población, llegando al 45% en el quintil de más bajos ingresos.
Sin embargo, las únicas maneras de incluir
a los jóvenes en las líneas convencionales de acción no son la educación formal
y el empleo, las organizaciones y grupos informales también pueden hacerlo. Por
eso resulta preocupante el bajo nivel de participación ciudadana en grupos
gremiales, de voluntariado, sindical, ambiental, deportivos o religiosos. Según
el Informe de Percepción
Ciudadana 2012 de Medellín Cómo Vamos, el 81% de los ciudadanos no
participa de ninguna organización en su vida diaria.
Así, los esfuerzos que hace una sociedad
para que sus miembros cumplan sus normas pueden ser formales (policía,
justicia, cárceles) o informales (presión social). De igual manera, existen
espacios sociales en donde se pueden ejercer otros controles desde la familia,
la escuela, los grupos de pares y la aceptación de las líneas convencionales de
acción.
¿Estamos haciendo esto por nuestros
jóvenes? ¿Tienen oportunidades y modelos socialmente positivos a su alcance? ¿O
se encuentran a merced de extremistas y bandidos?
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