viernes, 21 de junio de 2013

La inevitabilidad del voto en blanco (Versión extensa)

Esta es la versión extensa de mi columna del 20 de junio de 2013 en Catalejo del periódico El Colombiano.

Por Santiago Silva Jaramillo

Las fichas políticas para las elecciones presidenciales de 2014 en Colombia se siguen moviendo; alianzas, contra alianzas, rumores y peleas, todo augurando una carrera mediocre, con candidatos a medio hacer y un presidente que buscará reelegirse ante la falta de nadie mejor. Pero a pesar de lo que digan los escépticos, ir preparando el voto en blanco es una opción democráticamente válida.

Santos no ha sido un buen presidente (como jura Gabriel Silva Luján, la única persona realmente “santista” del país), y aunque tampoco ha sido el desastre apocalíptico que dicen los uribistas más acérrimos, no merece ser reelegido. En primer lugar, porque desaprovechó un momento crucial de la historia del país para realizar reformas modernizadoras urgentes y las que intentó hacer (ley de víctimas y tierras,  por ejemplo) mostraron ejecutorias que son, en el mejor de los casos, mediocres.

En segundo lugar, su carácter blando y sus decisiones improvisadas nos mostraron a un presidente obsesionado por las encuestas y que suele coquetear con el populismo cuando los resultados de Gallup se lo sugieren. En efecto, en donde algunos veían actuar la supuesta mente estratégica de jugador de póker del presidente, muchos solo hemos visto indecisión y disparos en la oscuridad; riesgos innecesarios y seguridades ficticias.

Sin embargo, los candidatos que se perfilan para competir actualmente tampoco parecen representar alternativas realmente positivas a los cuatro años de gobierno de Santos.

El uribismo se encuentra perdido en la indecisión respecto a sus precandidatos; el mismo ex presidente Uribe, tan bueno escogiendo sucesores que luego se le “voltean”, parece excesivamente indeciso respecto a quién será el ungido del Centro Democrático. Mientras tanto, sus candidatos patalean entre gritos para llamar la atención y anónimas campañas que no despegan.

Y la decepción rodea a las otras “alternativas” también; los que gritaban que eran diferentes ahora son iguales, o peores, porque se esfuerzan demasiado en mantener la pátina de su hipocresía. En efecto, el Polo nunca se recuperó del saqueo que los Moreno le hicieron a Bogotá, mientras la disidencia de izquierda de Progresistas se comprometía con otra alcaldía fallida de un político que nunca debió administrar nada más grande que una oficina en el Congreso. Y los Verdes ahí, entre peleas de personas inocuos que solo parecen ser el preludio de su pérdida de la personería jurídica.

Quienes afirman que votar en blanco es botar el voto confunden la democracia de un sistema de decisiones ciudadanas soberanas con uno de elección de soberanos. El voto en blanco es más poderoso que el voto por un color o un personaje precisamente porque más que una balota más, es un mensaje: "ninguno de estos candidatos se merece mi derecho, ni se gana mi apoyo".


Unas semanas atrás defendía al “político aburrido” y  escribía en esta columna que estaba “convencido del valor de la seriedad y la prudencia como asuntos cardinales en la política responsable”. Lo sigo haciendo, y la única foto de lo que será el tarjetón de 2014 que por ahora parece reunir estas características es la que está en blanco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario