viernes, 25 de enero de 2013

Lecciones del “cese al fuego” (Versión extensa)

(Esta es la versión extensa de mi columna en El Colombiano del 24 de enero de 2013)

Por Santiago Silva Jaramillo

El pasado 20 de enero las Farc dieron por terminado el famoso “cese al fuego” unilateral de un mes; el tiempo pasado y las realidades presentes nos permiten extraer algunas lecciones sobre el estado de la guerrilla, la guerra y las negociaciones en La Habana.

En primer lugar, que las Farc no cumplieron lo que habían prometido. Reportes presentados por el Ministerio de la Defensa y la Defensoría del Pueblo sostienen que la guerrilla violó su propia tregua en más de cincuenta ocasiones.

De igual manera, estos días nos lograron convencer que el presidente Santos y su gobierno harán lo que sea para mantener las negociaciones andando, porque solo en el retorcido universo de la exculpación cabe decir que se cumplió un cese al fuego con 57 acciones armadas; si una regla tiene 57 excepciones simplemente deja de serlo. Sin embargo, el presidente lo hizo, cuando sostuvo con descaro que la tregua se había cumplido.

Pero actuar sorprendido frente a esto es, en el mejor de los casos, ingenuo. El oficio de las Farc se ha determinado durante años por su disposición a mentir o por lo menos, a prometer cosas que no están en capacidad de controlar.

Otro de los asuntos es que el final del “cese al fuego” evidenció que las Farc si están mermadas. Porque por incapacidad de la guerrilla o capacidad de las Fuerzas Armadas colombianas (y seguramente es una combinación de las dos), la temida ofensiva terrorista de final dela tregua simplemente no llegó.

Y esto es una buena señal, nos habla de una guerrilla que sigue dividida y que cuenta con bastantes problemas para coordinar y ejecutar acciones de envergadura en contra del país. Por supuesto, esto no quiere decir que no puedan hacer daño, pero la magnitud de sus golpes se ha reducido menormente en los últimos años.

Al final, el efecto que las Farc querían que tuviera su “gesto de buena voluntad” fracasó. En efecto, los negociadores en La Habana buscaban extorsionar a los colombianos y al Gobierno hasta llevarlos a aceptar un cese al fuego bilateral. Por fortuna, el presidente Santos, en esos extraños momentos de lucidez que tiene a veces, rechazó las pretensiones de la guerrilla y ordenó a las Fuerzas Militares que intensificaran su ofensiva.

Así, el “cese al fuego” nos permitió asomarnos por unos días a las debilidades internas de la guerrilla, a sus maniobras para mejorar su posición en la mesa de negociación y a su poca disposición por abandonar sus viejas costumbres de muerte y terror.

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