(Esta es la versión extensa de mi columna publicada en el periódico El Colombiano el 10 de enero de 2012, incluye enlaces y el desarrollo de algunas ideas insinuadas en el texto original).
En tierra desconocida (Versión extensa)
Por Santiago Silva Jaramillo
A fin de año, tuve la oportunidad de pasar las
vacaciones en España. Entre muchas otras cosas, el viaje me dio una oportunidad
excepcional de conocer a varios colombianos residentes en ese país; compartir
algunas de sus experiencias como inmigrantes
y sus perspectivas bajo la sombra de la crisis europea.
Me resultó particularmente interesante la
manera en que estar lejos del hogar hace que las personas busquen mantener
fuertes lazos de comunidad con quienes lo rodean. En efecto, el impulso por
construir espacios de relacionamiento entro los migrantes colombianos es muy fuerte.
Ese sentido de comunidad es lo que muchos de ellos más buscan cuando llegan a
ese país de vientos fríos, caras enjutas y ceños fruncidos.
De igual manera, fue una reconfortante
experiencia encontrarme con la preocupación de los migrantes por aprovechar su
oportunidad fuera de nuestro país. En efecto, la población inmigrante es por naturaleza emprendedora y socialmente
activa. Este
espíritu migratorio se nutre tanto de las dificultades propias de llegar a un
lugar nuevo, como del impulso de mejorar su situación y la de su familia que
los llevó a emigrar en el primer lugar.
En ningún momento fue tan claro el momento
difícil que atraviesa España que cuando en ocasiones desprecia a aquellos que
podrían ser su mejor esperanza. De hecho, el dinamismo,
el compromiso y la determinación por encontrar un mejor futuro que define a
muchos inmigrantes puede ser justo lo que el país necesita para superar la
crisis, originada en la embriaguez de una falsa abundancia.
Entre otras cosas, porque no hay mejor agente
que un inmigrante para reconocer una prosperidad real de una ficticia. Y eso es
algo que los españoles, aunque en ocasiones lo hagan, no deberían olvidar.
Finalmente, reflexionando respecto a estos
inmigrantes colombianos, tengo que reconocer que es una verdadera lástima que
nuestro país, por injusto o torpe, porque no quiso o no pudo, ha perdido a
cientos de miles de personas como las que conocí en Madrid; colombianos llenos
de sueños y rebosantes de ganas; hombres y mujeres cuyo compromiso con los
suyos los llevó incluso a dejar todo lo que amaban atrás por buscarles un mejor
futuro en tierra desconocida.
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