viernes, 24 de enero de 2014

Sobre percepción y realidades de la seguridad en Medellín (Versión extensa)

Esta es la versión extensa de mi columna, publicada el pasado 23 de enero de 2014 en el periódico El Colombiano.

Por Santiago Silva Jaramillo

Colombia es el país en el que caen más rayos, de diez a doce millones al año, según los expertos. Aun así ¿leer esto lo hace sentirse más cercano a que a usted, por ejemplo, le caiga un rayo? En el 2013, unas trescientas personas murieron o fueron lesionadas por rayos en Colombia, según datos del Informe Forensis de Medicina Legal.  Pero ¿Si por las redes sociales circulara una foto de un hombre bajo el destello de un golpe de relámpago, sentiría que su probabilidad de que le caiga un rayo ha aumentado?

Este es el desafío de la percepción de seguridad. En efecto, la gente se siente sustancialmente más insegura de lo que, por los datos objetivos, debería hacerlo. Esto no quiere decir, por supuesto, que la percepción de seguridad no haga parte de la seguridad ciudadana. Es decir, que el grado de miedo que afecta la vida de las personas no sea uno de los elementos constitutivos de las preocupaciones de las autoridades encargadas de la seguridad de una sociedad.

Sin embargo, el coeficiente de victimización en Colombia es de 18%, según la Encuesta de Convivencia y Seguridad Ciudadana 2013 de la Alta Consejería de Convivencia y Seguridad Ciudadana. En Medellín es del 13%, según el Informe de Percepción Ciudadana 2013 de Medellín Cómo Vamos. En efecto, unas dos personas de cada diez fueron víctimas de algún delito en el transcurso del año en Colombia y un poco más de uno de cada diez en Medellín.

Las personas que han sido víctimas de un delito suelen tener una idea exagerada de su propia probabilidad de que les vuelva a ocurrir. El 44% de las víctimas sienten que su probabilidad de volver a ser victimizados es alta o muy alta. Aunque comprensible, este hecho no necesariamente refleja la realidad.

Ahora bien, las autoridades deben abordar el problema de la percepción con inteligencia y paciencia; sobre todo, comprendiendo que cuando un ciudadano se siente inseguro esto es un sentimiento “objetivo” para él, que tiene consecuencias reales para su vida y que por tanto, no puede ser desacreditado como un tema secundario.
En primer lugar, no ayudan las dificultades para denunciar un delito. De acuerdo a algunos ciudadanos afectados recientemente y entrevistados por El Colombiano, luego de ser asaltados en sus carros, ni la línea 123, ni el celular del policía del Cuadrante respondieron. Sentirse abandonado puede ser mucho más perjudicial para la percepción de seguridad que las fotos de atracos en Twitter o incluso que ser víctima de un delito.

El segundo asunto es la confianza en las autoridades. En efecto, ni la policía ni el sistema judicial cuentan con altos niveles de reconocimiento o confianza por parte de las comunidades, esto afecta la legitimidad de su acción, desincentiva la denuncia y prepara el ambiente para expresiones perversas como los grupos de “limpieza social”. A falta de opciones legales efectivas, las personas pueden sentirse atraídos a buscar alternativas ilegales.


En todo esto el miedo (la percepción de inseguridad) juega un papel fundamental, los gobiernos locales y las autoridades nacionales tienen la obligación de no ignorarlo y reconocer que las personas solo están realmente seguras cuando se sienten seguras.

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