Esta es la versión extensa de mi columna, publicada el pasado 23 de enero de 2014 en el periódico El Colombiano.
Por Santiago
Silva Jaramillo
Colombia es el
país en el que caen más rayos, de diez a doce millones al año, según los expertos.
Aun así ¿leer esto lo hace sentirse más cercano a que a usted, por ejemplo, le
caiga un rayo? En el 2013, unas trescientas personas murieron o fueron
lesionadas por rayos en Colombia, según datos del Informe Forensis
de Medicina Legal. Pero ¿Si por las
redes sociales circulara una foto de un hombre bajo el destello de un golpe de
relámpago, sentiría que su probabilidad de que le caiga un rayo ha aumentado?
Este es el
desafío de la percepción de seguridad. En efecto, la gente se siente
sustancialmente más insegura de lo que, por los datos objetivos, debería
hacerlo. Esto no quiere decir, por supuesto, que la percepción de seguridad no
haga parte de la seguridad ciudadana. Es decir, que el grado de miedo que
afecta la vida de las personas no sea uno de los elementos constitutivos de las
preocupaciones de las autoridades encargadas de la seguridad de una sociedad.
Sin embargo, el
coeficiente de victimización en Colombia es de 18%, según la Encuesta de
Convivencia y Seguridad Ciudadana 2013 de la Alta Consejería de Convivencia y
Seguridad Ciudadana. En Medellín es del 13%, según el Informe de Percepción
Ciudadana 2013 de Medellín
Cómo Vamos. En efecto, unas dos personas de cada diez fueron víctimas de
algún delito en el transcurso del año en Colombia y un poco más de uno de cada
diez en Medellín.
Las personas que
han sido víctimas de un delito suelen tener una idea exagerada de su propia
probabilidad de que les vuelva a ocurrir. El 44% de las víctimas sienten que su
probabilidad de volver a ser victimizados es alta o muy alta. Aunque
comprensible, este hecho no necesariamente refleja la realidad.
Ahora bien, las
autoridades deben abordar el problema de la percepción con inteligencia y
paciencia; sobre todo, comprendiendo que cuando un ciudadano se siente inseguro
esto es un sentimiento “objetivo” para él, que tiene consecuencias reales para
su vida y que por tanto, no puede ser desacreditado como un tema secundario.
En primer lugar,
no ayudan las dificultades para denunciar un delito. De acuerdo a algunos
ciudadanos afectados recientemente y entrevistados por El Colombiano, luego de
ser asaltados en sus carros, ni la línea 123, ni el celular del policía del
Cuadrante respondieron. Sentirse abandonado puede ser mucho más perjudicial
para la percepción de seguridad que las fotos de atracos en Twitter o incluso
que ser víctima de un delito.
El segundo
asunto es la confianza en las autoridades. En efecto, ni la policía ni el
sistema judicial cuentan con altos niveles de reconocimiento o confianza por
parte de las comunidades, esto afecta la legitimidad de su acción, desincentiva
la denuncia y prepara el ambiente para expresiones perversas como los grupos de
“limpieza social”. A falta de opciones legales efectivas, las personas pueden
sentirse atraídos a buscar alternativas ilegales.
En todo esto el
miedo (la percepción de inseguridad) juega un papel fundamental, los gobiernos
locales y las autoridades nacionales tienen la obligación de no ignorarlo y
reconocer que las personas solo están realmente seguras cuando se sienten
seguras.
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